Hola amigos. Después de varios días de haberse producido el evento, y
aunque el tiempo no es precisamente lo que me sobra, tengo la
necesidad de compartir con todos vosotros el increíble acontecimiento
que ha tenido lugar los pasados 1,2 y 3 de abril en A Coruña, en el
marco del Primer Finisterrae Festival de rock progresivo. Un evento
que levantó escepticismo y expectativas a un tiempo y que finalmente
se plasmó en una espléndida realidad.
El marco elegido fue el Coliseum, un edificio de usos múltiples de
dimensiones colosales (entre otras cosas se utiliza como coso taurino)
que fue perfectamente acondicionado y acotado (ante la previsible poca
asistencia) con unos cortinajes negros. Una moqueta verde cubría el
suelo y varias filas de asientos, perfectamente colocadas a varios
niveles, permitían disfrutar del espectáculo cómodamente, y sin humo (lo cual
se agradeció). Sin embargo, y fue una tónica todos los días, hacía mucho frío,
que no sólo hizo que los asistentes no nos
quitásemos los abrigos, sino que los músicos apareciesen con pintas
diversas (Roine Stolt con una chaqueta sobre los hombros y Chris
Postl, de RPWL, con zamarra y bufanda, por ejemplo). Pero eso no
empaña una organización impecable, cuidada al detalle, con una torre
de Hércules a escala que cambiaba su color sucesivamente, una
presentación de cada banda muy completa en español y una presentación,
más divertida, en inglés, a cargo de John Bollenberg, junto a una
puntualidad británica en el comienzo de las actuaciones. Además,
estaba la posibilidad de departir con los músicos por los pasillos
(nada más entrar, por ejemplo, me encontré cara a cara con Jonas
Reingold, por ejemplo). La media de edad del público, media alta, como
siempre, aunque había algunos adolescentes e incluso niños que daban
un tono variado al respetable, a pesar de que predominaba la vieja
guardia. Voy a comentar, día a día, lo que sucedió para que os hagáis
una idea (y os dé envidia). Lo más impresentable del evento: la escasa
asistencia, creo que ningún día se superaron los 250 asistentes, lo
cual tuvo de positivo que se puede decir que los conciertos fueron
casi "entre amigos". Pero creo, y me duele decirlo, que este país no se merece
este tipo de acontecimientos.
JUEVES 1 de abril.
Abrieron el festival Agents of Mercy y Karmakanic, o lo que es lo
mismo, unos músicos de campeonato, tocando el repertorio de las dos
bandas en que de una u otra manera están implicados. Los temas de
Agents of Mercy sonaron impecables, porque la calidad de sonido fue
casi siempre perfecta. Lo que ocurre es que, aunque tocaron las
canciones de más calidad de su album, no me acaban de convencer, es un
planteamiento musical que no tiene una cohesión fuerte. Pese a todo,
se desataban cuando alargaban los temas con improvisaciones
jazzísticas, eso fue lo mejor. El cantante Nad Sylvan, es un tipo
estrafalario, tan feo como el guitarrista de Pallas para que os hagais
una idea, con una voz y una actitud gabrielianas que no trataba de
ocultar. Roine Stolt, inconmensurable con su guitarra como siempre,
Jonas Reingold impecable al bajo (aunque lo vi un poco envejecido,
quizás a ello ayudaran los bigotes de morsa que lucía); Jaime Salazar, más que
correcto en la batería (no se echó de menos a Zoltan Csorz); y sobre todo,
Lalle Larssen un monstruo de los teclados, con sus solos
de increíble velocidad y de impecable ejecución. La cosa mejoró con el
repertorio de Karmakanic, y la toma de protagonismo de ese cantante
majestuoso que es Goran Edman (antes le había hecho los coros a Sylvan
y ahora se tornaron los papeles). El repertorio estuvo centrado en el
último disco: "Send a message from the Hearth" (soberbia), "Two Blocks
from the Edge", "Eternally" y sobre todo, "When earth meets the sky",
del Wheel of Life, sonaron increíbles, con un papel destacadísimo, de nuevo, de
Lalle Larssen (con los ojos pintados, por cierto) y de Goran
Edman (!qué voz!).
A continuación, después de un necesario descanso, tomaron el escenario los
veteranos Colin Bass y Jan Schelhaas, que ofrecieron un set
acústico, con teclado y guitarra/bajo, en el que interpretaron temas
de sus discos en solitario y se atrevieron con alguna canción de
Camel, del disco "Nude" (donde ambos coincidieron) e incluso una muy
bien defendida versión de "Never let go". Sus tablas y su dominio de la
situación, hicieron muy agradable la actuación, que pasó muy rápido
a pesar de durar más de una hora y cuarto.
Y para cerrar la primera jornada, el gran Steve Hackett, con su banda
eléctrica. El comienzo fue demoledor, con "Mechanical Bride", que nos
hizo saltar, literalmente, de los asientos, con una potencia de sonido
y un juego de luces impresionante. La banda sonaba brutal, acompañando
a Steve el increíble bajista Nick Beggs (antiguo miembro de Kajagogoo)
que apareció vestido de mujer, con chistera y gafas de sol; el batería Gary
O'Toole, magnífico; el viejo conocido Roger King a los teclados; Rob Towsend a
los vientos; y Amanda Lehman (!qué mujer!) a la segunda guitarra y a los coros.
Además de algunos temas de su último disco, el repertorio fue alucinante: de su
carrera en solitario "Everyday", "Ace
of Wands", "Spectral Mornings" entre otros; pero lo mejor fue cuando afrontó
temas de Genesis: "Firth of Fith" enterita y muy fiel a la
original, con intro de piano incluida, cantada por el batería (muy
bien por cierto) y sin esos arreglos orquestales que ofrecía en el
Genesis Revisited por ejemplo; fue la versión completa, aquello era
increíble, la gente no daba crédito a lo que veía y oía, hasta un espontáneo se
acercó al escenario a adorar a Steve. El papel de Roger King en los teclados,
magistral. Luego de interpretar una parte
acústica con "Walking Away from Raimbows" y "Horizons", comenzó a
tocar en la guitarra "Blood ofn the rooftops", cantada de nuevo por el batería,
una versión emocionante, con un papel destacado de Rob
Towsend. También sonó, completa, "Fly on a whinsield" y, para teminar,
"Los Endos". Aquello era apoteósico. Hubo tiempo también para un solo
de stick a cargo de Beggs y un solo de batería, tremendo, a cargo de
O'Toole. En fin, un conciertazo para quedarse atónitos.
VIERNES, 2 de abril
El segundo día, la asistencia fue algo menor, pero el frío el mismo.
Abrieron el fuego los renacidos Cai, que sustituyeron a última hora a
los noruegos Magic Pie, a los que se les había quemado el estudio de
grabación con todo su material. De los originales Cai solo estaban
Diego Folpiani y José Antonio Mariscal, que junto con el nuevo
teclista, Blas Lago, y un bajista del que no recuerdo el nombre,
presentaban su nuevo disco "Metáforas de Luz". Instrumentalmente
estuvieron impecables, con su jazz fusión y sus toques andaluces y
árabes, pero la voz de Folpiani no me acabó de convencer. No obstante,
la actuación fue mucho más que digna, pese a la frialdad (no sólo
física) del ambiente.
A continuación subieron al escenario los alemanes RPWL. Como siempre,
tremendos profesionales, aunque hay que decir que el sonido no fue
todo lo bueno que cabría esperar en este caso. El concierto, sin
embargo, no fue malo, ellos se entregaron a tope pero Yogi Lang, el
cantante, no tenía la garganta en muy buenas condiciones, y eso hizo
deslucir un tanto el resultado final. El repertorio no ayudó mucho
(aunque no faltaron "Roses" y "3 Lights") pero engancharon bien con el
escaso público en "This is not a prog song", en el cual ofrecieron un curioso
medley: se tratraba de que el público adivinase, con acordes
de unos segundos, qué canción clásica del progresivo estaban tocando ysonaron
bastantes (Yes, Genesis, Pnk Floyd, etc.), con unas
proyecciones de lo más divertidas de fondo. Merece destacarse "Day of My
Pillow", que enlazaron con una versión muy vibrante de "I Know what
i Like", y, por supuesto, el cierre, con un gran interpretación de
"Hole in the Sky".
Y el cierre de la jornada, con los entrañables Pendragon. Con un Nick
Barrett vacilón con el público, a costa del frío, al que se ganó
instantáneamente, sonaron increíblemente límpidos y potentes. Abrieron
con "Indigo" y a lo largo del concierto tocaron todos los temas del
Pure, incluso la suite "Comatose" completa. No faltaron los clásicos,
"Paintbox", "Last Man of Earth", "Nostradamus", "The voyager", "And
we'll go hunting deer", "If I Were The Wind (and You Were The Rain)"
(increíble como sonó), que tomaron una nueva dimension gracias a la
labor del nuevo batería, Scott Highman, que es una bestia parda con su
instrumento. Al final nos pidió Nick que nos aproximáramos al
escenario, para combatir el frío, y ofrecernos, casi en familia, un
medley apasionante que cerró un concierto impecable e inolvidable de
este grupo que, desde Barrett a Gee, pasando por Nolan, tienen algo
especial. Por cierto, que Nolan estaba especialmente risueño y
relajado, como en general todos los músicos que actuaron estos días.
SÁBADO 3, de abril
Y el último día del festival, con cuatro bandas, en un maratón que se preveía
intenso. Y así fue. Empezaron los franceses Lazuli, que
presentaban su último disco "Réponse incongrue á l'ineluctable". Los
conocía de su "En avant doute=85" y me parecían muy interesantes. Pero
lo que allí oímos superó cualquier previsión. Su contundencia fue apabullante,
un sonido alucinante, donde sobresalían las notas que
salían del Léode, el instrumento parecido al stick diseñado por ClaudeLeonetti,
el líder de la banda, que tiene una brazo inutilizado por un
accidente de moto. Su directo es, creedme, impresionante, vale la pena
verlos, no os los perdais en el Minnuendo, donde creo que actuarán. Y
eso que no llevaban bajo, su papel se lo repartían entre Claude y uno
de los guitarristas, nuevo componente de la banda. Especial mención
para el cantante Dominique Leonetti (hermano de Claude). Luego me
firmaron el disco, y son unos tipos encantadores y accesibles.
A continuación entraron en escena After Crying, precedidos por el coro
de niños que abre su disco De Profundis. Traían un nuevo cantante,
orondo y con una larga melena, con pose casi heavy que no lo hacía
nada mal. Era la primera vez que los veía y la verdad es que son unos
virtuosos ante los que hay que sacarse el sombrero. Tocaron varios
temas nuevos (cantados en inglés, por cierto) que formarán parte de su próximo
disco, y el resto del repertorio fue sorprendente, porque no
abundaron en las canciones que suenan en sus discos en directo.
Destacaría "Modern Idok", el solo de cello de Peter Pejsik (que no porconocido
deja de ser alucinante), la pieza para piano a cuatro manos
interpretada por Zoltan Lengyel y por Balazs Winkler (que tocaba a
menudo el piano y la trompeta a un tiempo) y en general el papel de
Ferenc Torma, el guitarrista, un señor calvo y de bigote que toca de
una manera alucinante. Destaco también la versión de "Fanfare on the common
man" que se marcaron casi para finalizar el concierto. Una
actuación sobresaliente la de esos musicazos.
Y, por fin, Premiata Forneria Marconi. Iba yo con ciertos prejucios,
por la edad de los tres "supervivientes" y por el repertorio que nos
iban a ofrecer. Todo se vino abajo tras los primeros acordes.
!DESCOMUNALES! Fue, sin duda, el mejor concierto de todos. Mostraron
un dinamismo y una potencia que puede servir de lección a muchos
niñatos que se creen algo en el mundo de la música. Aquello fue
apoteósico: el señor Fanz di Cioccio se ganó al público e hizo con nosotros lo
que quiso. No sólo cantó de forma impresionate sino que su forma de tocar la
batería es escalofriante. Patrick Djivas, magistral
al bajo y Franco Mussida sacando mil historias fantásticas de sus
guitarras. Por encima, los músicos acompañantes, un
violinista/teclista y otro teclista (con Hammond de los antiguos y
mimi moog incluidos), así como el segundo batería, eran tremendamente
competentes, por no decir sobresalientes. Y el repertorio no tuvo
desperdicio pues no sobró ni un gramo: abrieron con "Appena un pó" cantada en
inglés (por tanto, "River of Life") pero allí sonaron susmejores temas de los
setenta: "L'isola di niente", "Dolcissima María",
"La luna nuova", "Impressione di Setembre", y otros más recientes pero
igual de buenos como "Maestro Della Voce" o un tema del "State
d'imaginazzione", que no recuerdo el título pero que era maggnífico.Por
supuesto, "É Festa" cerró el concierto, con todo el público cantando y coreando
al ritmo que nos marcaba di Cioccio. Pero lo mejor
fue cuando ya abandonaron el escenario entre ovaciones y los técnicos
se disponían a recoger los bártulos: salió di Cioccio y nos preguntósi
queríamos más. Por supuesto que sí, y allí, al lado del escenario,
a dos pasos de ellos, nos interpretaron (o interpretamos entre todos,
mejor) "Il pescatore", un cierre divertido y antológico, para un
concierto apoteósico, por supuesto, el mejor concierto del festival, y
quizás el mejor concierto al que haya asistido en toda mi vida.
Grazie!!!
Y por último, quedaba el presunto plato fuerte de la noche, la reunión de los
Planet X originales, es decir, Derek Sherinian, Tony MacAlphine
y Virgil Donati, acompañados del bajista Doug Shreeve. Indudablemente
son unos monstruos de sus instrumentos, y tocan como quieren pero el
concierto fue decepcionante y, por momentos, tedioso. Por una parte,
hubo problemas técnicos con los teclados de Sherinian, que estaba de
bastante mala leche casi todo el tiempo, discutiendo por señas con los
técnicos. Luego no había feeling entre los músicos, parecía como si fuera la
primera vez que tocaban juntos. Y además, no había "alma": por momentos daba la
impresión de ver tocar a robots bien adiestrados,
cada uno concentrado en su labor, que desenvolvían impecablemente pero
sin fuego. Salvo momentos puntuales, no fue, en mi opinión, un
concierto para recordar, aunque he de decir que pudo influir en mi
percepción el cansancio acumulado. El solo de guitarra de MacAlphine y
el de batería de Donatti se me hicieron tremendamente extensos, y me
hicieron mirar el reloj en varias ocasiones. Encima no hubo solo de
Sherinian que era el que muchos esperábamos. Este último fue el único de los
artistas al que le vi ciertas actitudes de "divo" que no
empañaron ni mucho menos el buen ambiente que reinó a lo largo de esos tres
días inolvidables.
En resumen: nunca olvidaré estos días, me parece increíble haberlos vivido. Mi
gratitud para Rafael Piñeiro, por la impecable y exitosa
organización. Un 10. La pena es la exigua asistencia que me parece que
influirá que no se repita el año que viene, aunque seguiré soñando. En
cualquier caso, era consciente de que había que disfrutar cada momento
como una situación única e irreptible, y eso quedará indeleble en mi memoria.
Alberto Pazo
|