Temas
- Concert Black (5:09)
- Acres Of Skin (7:40)
- Gentleman Amateur (5:42)
- Don't Touch Me (3:15)
- Masonry (3:41)
- New Slaves (20:53)
- Black Crown Ceremony I: Diamond Terrifier (13:07)
- Black Crown Ceremony II: Six Realms (9:59)
Integrantes
- Ben Greenberg: guitarra, sintetizador, efectos electrónicos
- Ian Antonio: batería, percusión, efectos electrónicos
- Sam Hillmer: saxofón tenor, pedales
- Amnon Freidlin: guitarra
Originario de Brooklyn, el ensamble estadounidense Zs es una de las fuerzas
musicales más contundentes e impenetrables que han entrado en acción en la
vanguardia contemporánea desde el inicio del nuevo milenio. Desde lo ofrecido
en su homónimo disco debut de 2003 hasta la fecha, la música de Zs se ha
caracterizado infaltablemente como una incendiaria combinación de free-jazz,
jazz contemporáneo industrial, vanguardia académica, psicodelia de altas
ambiciones ruidosas y math-rock: lo que Zs ofreció al mercado discográfico el
año pasado con "New Slaves" fue una desafiante renovación de su bien afianzado
paradigma musical a través de un uso más intensivo y extensivo de efectos y
trucos de ingeniería de sonido, con el propósito de expandir sus incombustibles
deseos de hacer del arte una forma de insolencia combativa ante el auditorio
que tenga la ocurrencia de "pasar por ahí". Sí, es justo y adecuado decir que
"New Slaves" es el manifiesto de un combate estético en el cual los músicos de
Zs se plantean un nuevo parámetro para ellos mismos.
El tema de apertura 'Concert Black' se basa en una articulación de dos polos
centrados en sonoridades etéreas: uno armado por loops sintetizados que van
fluyendo cuales amables nubes espectrales en un cielo casi completamente
silencioso, otro armado por delicados acordes de guitarra que se sumergen en su
propia introspección, ambos polos unidos en un esquema sónico que nos puede
recordar fácilmente al Kraftwerk de "Ralph & Florian" o los pasajes más sutiles
de la dupla Fripp-Eno. Mientras los últimos efluvios de 'Concert Black' se van
desvaneciendo en su perpetua calidez cósmica, la armazón rítmica de 'Acres Of
Skin' hace su ingreso para establecer una pauta distinta, motivar una reacción
nueva en el oyente, una reacción donde su mente se sienta impulsada a saltar
hacia abismos de abstracción tribal y nieblas de inapelable inquietud pulsátil.
En tal sentido, es de valorar el modo en que la guitarra elabora ingeniosos
matices percusivos en perfecta consonancia con las consistentemente precisas
cadencias que se alzan como la voz líder de la pieza, mientras que el saxo
espera sus momentos para resaltarse en medio de la tensión mecánica en curso.
El abrupto final de esta pieza es el anuncio para que 'Gentleman Amateur'
emerja y desarrolle una apabullante muestra de delirio híper-industrial: esta
pieza es toda una hipérbole del estándar del noise-rock, modificada y
reformulada a través de un reciclamiento cibernético que suena tan surrealista
como futurista, insoportable y magnético a la vez, uno de los desafíos más
radicales a cualesquiera conceptos de belleza que nos salgan al frente. Si
'Gentleman Amateur' era una hiperbólica celebración del ruido instrumental
organizada bajo conceptos estrictamente abstractos sobre el rol mecanicista del
sonido en el arte, 'Don't Touch Me' se libera de dicho mecanicismo y lo
convierte en una anarquía que parece emular el descalabro de los motores del
intelecto y el resquebrajamiento de las paredes de la conciencia; a
continuación se engarza 'Masonry', estableciendo algo muy diferente, una calma
ensoñación que no se pone realmente a la lógica modernista de las piezas
anteriores, pero sí le da una nueva perspectiva sobre la base de una situación
contemplativa, serena, no tan preocupada respecto al entorno inherentemente
violento y parametrado del mundo contemporáneo.
El tema homónimo ocupa poco menos de 21 minutos de espacio, un espacio bastante
expansivo para que el grupo siga explorando con su peculiar sentido
vanguardista los más oscuros rincones de la demencia abstracta, y de paso,
crear nuevas áreas de este territorio. La cacofónica pulsación persistente en
3/4 con que se inicia la pieza nos remite a una explosiva mezcla de furia
extrovertida y neurosis radical atravesada por una insistente vibración
mecánica: ésta será la tónica general de la pieza a través de las variantes de
compás y motivo que se van desarrollando a lo largo del camino, la sensación de
que una máquina cobra vida para tratar inútilmente de gritar su desencanto ante
el destino de formar parte del inmenso metal sin alma con el que nuestra
realidad contemporánea redefine el mundo. Varios adornos tímbricos y rítmicos
en clave de free-jazz entran a tallar para aportar interesantes variantes a la
lunática dinámica general. Poco antes de la barrera del 13er minuto irrumpe un
solo de saxo que es la misma encarnación de las peores psicosis conocidas por
la ciencia. A continuación sigue una tropelía de incesantes descargas de
potencia sónica que se proyectan hacia una inmensa hoguera cuyas llamas están
hechas del material de nuestra más desolada desesperación. Los últimos 23
minutos y pico del disco están ocupados por la secuencia de dos secciones del
concepto 'Black Crown Ceremony': la sección 'Diamond Terrifier' está dominada
por líneas y fraseos de saxo convenientemente filtrados a través de efectos de
pedales y consola, algo así como un ejercicio de free-jazz articulado bajo la
lógica del krautrock en su frontera más cercana con la musique concrete; la
sección 'Six Realms' perpetúa esta aura abstracta "engañosamente calma" para
explayarse en ornamentos y mutaciones electrónicas varias de neta inspiración
minimalista, aumentadas con ruidos de ambientes urbanos y conversaciones. Si el
desasosegado delirium tremens de 'New Slaves' reflejaba el furioso pavor de
quien se siente irremediablemente atrapado, el concepto de 'Black Crown
Ceremony' parece retratar la vacua liberación de un Bartleby enajenado que no
reconoce en sí una voluntad vinculante con su entorno. Un poco pesimistas y
desencantadas estas ideas que se ofrecen en las últimas líneas, pero sin duda
que el arte de Zs no invita ni al desencanto ni a la dejadez, sino a redefinir
con valentía y osadía las reglas habituales del disfrute estético: el
repertorio de "New Slaves" se revela como vehículo y motivación para ello.
César Mendoza
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