Temas
- Tchad (2:49)
- Magreb (10:59)
- Zanzíbar (4:55)
- Völand (2:13)
- Danubio (7:17)
- Koschei (3:35)
- Bizancio (8:38)
Integrantes:
- Alberto Tocados: bajo, tampura
- Alex Pérez: batería
- Esteban Jiménez: guitarras
- Víctor García-Tapia: guitarras
Colaboradores - Álvaro Llorente (cello en 7), Manolo Iglesias (piano en 7),
Víctor Teixeira (guitarra steel en 7), Rubén Mingo (percusiones en 4)
Titulado sin mayores misterios "II", el grupo instrumental madrileño Toundra
ofrece su segundo disco como muestra de los derroteros sónicamente enriquecidos
con los cuales proyecta la revitalización de su esquema esencialmente
post-metalero: elementos de stoner, psicodelia empapada de exóticos perfumes
fusionescos y retazos de metal estándar entran a tallar en ciertos parajes
estratégicamente ubicados del repertorio. Dicho enriquecimiento estilístico
repercute necesaria y vitalmente en la plasmación de un repertorio más
contundente en comparación con el del homónimo disco debut, el cual dos años
antes de este disco ya había llamado la atención de aficionados al post-rock y
post-metal de España y del mundo por merecidas razones.
Hay, de hecho, una estrategia bien definida en la notoria incorporación de
colores étnicos en varios temas de este disco, tal como se revela en la
entrevista publicada en este enlace:
http://www.feiticeira.org/entrevista/toundra . Las imágenes de la portada,
duendes masculinos y femeninos maléficamente entusiasmados con rituales de
destrucción corporal, erotismo grotesco y muerte en medio de un bosque que
ostenta colores cándidos, aluden al concepto de choque de culturas.
"Tchad" da inicio al disco al modo de un preludio de cadencias arabescas
articuladas finamente en la cristalina maraña de guitarras acústicas y
eléctricas. El sobrio punche mostrado en la atmósfera bien sostenida de esta
pieza es idóneo para preparara el camino para "Magreb", ambiciosa pieza de 11
minutos que se erige en el primer cénit del álbum. Tras poco menos de 2 BD
minutos haciéndose eco de la ceremoniosidad filuda del primer tema, el ensamble
finalmente explota por primera vez en una exhibición de fuego controlado, cuyas
llamas se imponen con viril incandescencia a través de los riffs y armonías del
motivo guitarrero, así como por la muscularidad milimétricamente articulada de
la dupla rítmica. Más adelante, la banda sucesivamente alterna intensos climas
de tenor stoner con otros más sutiles de tendencia shoegaze, aprovechando así
los matices que la batería insufla al permanente dinamismo de la dupla rítmica,
para cerrar el conjunto sónico con un despliegue de post-metal académicamente
puro y contundentemente convincente. Los últimos segundo de rasgueos
guitarreros y redobles entrecortados de batería anuncian el despliegue de
extrovertido vigor de "Zanzíbar", pieza que principalmente se basa en sacar
provecho de la pulsión vibrante de "Magreb": el buen oficio de la banda en esto
de evitar monotonías hace que los poco menos de 5 minutos que dura la pieza
pasen como en un instante. Otro cénit, lo cual convierte a esta dupla en un
perpetuo clímax luminoso. "Völand" es un interludio de guitarras acústicas y
percusión en base a un motivo inspirado en aires del Oriente Medio. ?Será una
suerte de nostalgia por los viajes acústicos fusionescos que a veces insertaba
Jimmy Page en el repertorio de Led Zeppelin? Posiblemente, pero como sea,
funciona muy bien como momento de relax antes de que "Danubio" desarrolle un
clima de reflexividad intensa, creando una polenta notoria pero contenida
dentro de los confines expresivos marcados por la pauta rítmica semi-lenta. En
la frontera del cuarto minuto y medio, los guitarreos se sumergen en una
flameante atmósfera de ágil densidad que primero se enfila por el estándar del
post-metal y termina por exaltarse en una intrépida manifestación de visceral
furia rockera donde el hierro exultante del metal se mezcla con el acero macizo
del stoner. Un final impresionante, realmente. "Koschei" se conecta con el tipo
de electrizante vibración que ya se había plasmado en buena parte de "Zanzíbar"
en fluida conexión con la tormentosa extroversión de "Danubio", terminando en
una coda más contenida que permite al grupo trabajar con atmósferas
misteriosas. El disco se termina con "Bizancio", broche de oro para la completa
aventura sónica de "II". Comenzando el primer motivo con arreglos sobrios,
apenas traspasada la frontera del segundo minuto, el ensamble le da un filo
contundente con apabullantes sonoridades inquietantes. Un nuevo momento de
retrotraimiento ofrece la oportunidad de explorar texturas evocativas donde la
banda explora refrescantes texturas candorosas; este giro está inteligentemente
expandido para generar un álgido contraste con la poderosa sección final,
forjada a puro fuego épico.
Como balance final, cabe reiterar el modo tan coherente y tan sólido en el que
Toundra ha desarrollado su evolución musical dentro de un consistente apego a
la misión específica que se ha trazado dentro de la vanguardia rockera
contemporánea. El sano y dinámico eclecticismo que se organiza dentro una
integralidad sonora bien armada habla por sí solo a lo largo de los 40 minutos
que dura este disco. Toundra no ha necesitado más tiempo para dejar plena
constancia de su estupendo estado de madurez actual.
César Mendoza
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