Temas
- Every Day
- The Gypsy and the Virgin
- The Red Flower of Tachai Blooms Everywhere
- Clocks – The Angel of Mons
- The Ballad of the Decomposing Man
- Lost Time in Cordoba
- Tigermoth
- Spectral Mornings
Steve Hackett: guitarras electricas, clasicas y acusticas de 12 cuerdas,
guitarra sintetizada, mellotron, koto, autoharp, armonica, optigan,
percusion, voz, coros
Colaboradores – Nick Magnus (teclados, sintetizadores, coros, vocoder), John
Hackett (flautas, pedales bajos, mellotron), John Shearer (bateria,
percusion), Dick Cadbury (bajo), Peter Hicks (voz)
Con este, su tercer disco, el maestro Steve Hackett se resolvio por confluir
el diverso y entusiasta colorido de “Please Don’t Touch” y la magia sublime
de “Voyage of the Acolyte”, y ello se transluce en la alternancia de piezas
que destilan inventiva y cierta dosis de extravagancia, con otras mas
serenas y ceremoniosas en su rebosante elegancia.
El disco se inicia con uno de los temas de mayor gancho y energia rockera
que Hackett haya concebido jamas: en su observacion no exenta de ironia
sobre el proceso destructivo de la drogadiccion, ‘Every Day’ juega con riffs
atractivos y amables juegos vocales antes de desplegar un atrapante solo de
guitarra en los ultimos tres minutos: a pesar de su extension, este oyente
se queda con la miel en los labios mientras las ultimas notas de guitarra se
diluyen en el fade-out. El siguiente tema tambien es cantado, aunque esta
vez tiene un tono mas tirado hacia lo renacentista, con esa amalgama
exquisita de guitarras de doce cuerdas y clavicordio, esas flautas de John
Hackett (otro maestro de la familia) que flotan magicamente a discrecion, y
esas absorbentes cortinas de mellotron y sintetizador... es como un viaje a
los tiempos del “Acolyte” en una maquina del tiempo. Siempre abierto a la
asimilacion de ideas foraneas y exoticas, Hackett se desdobla en el koto y
el autoharp para viajar musicalmente a los valles del Extremo Oriente en
‘The Red Flower of Tachai...’. Tras este breve receso emocional de poco mas
de un par de minutos, Hackett afila sus aristas psicodelicas para
presentarnos ‘Clocks’, que oscila entre lo tenebroso y lo explosivo,
concluyendo con una secuencia doble sobregrabada de bateria a manos de un
John Shearer que parece estar en trance: una de las cosas mas poderosas que
ha creado Hackett como compositor.
Con ‘The Ballad of the Decomposing Man’ se mezcla dos fuentes musicales tan
disimiles entre si como son el charleston (con armonica bluesera) y la
rumba, creando uno de sus ocasionales temas frivolos: la letra gira en clave
de satira mordaz en torno a las condiciones de poca seguridad con que
laboran los obreros metalurgicos. Tal vez para algunos acerrimos del
progresivo exhibir el sentido del humor de una manera tan descarada y con
tanto desparpajo sea chocante, pero en mi opinion este numero cumple
eficazmente con romper un poco con la tension creada por el tema anterior, y
para presentar una alternativa a la solemnidad y sofisticacion de los
numeros que vienen despues.
En ‘Lost Time in Cordoba’, Hackett trabaja un flamenco estilizado con su
guitarra clasica, acompañada ocasionalmente por unas maderas que añaden
oportunas texturas para acentuar sutilmente el aire exotico del tema. Viaje
en el tiempo a “Please Don’t Touch”: apenas desaparece el eco del ultimo
acorde de guitarra clasica, aparece un inquietante arpegio de guitarra
electrica para dar inicio a ‘Tigermoth’, cuya primera seccion es un
ejercicio de delirio progresivo donde se alternan momentos rockeros muy
asperos con un interludio apabullante de mellotrones y sintetizadores; la
segunda seccion es cantada y acustica, permitiendo a Hackett y sus secuaces
explorar comodamente en lo bucolico, creando incluso el ambiente de un
relato de cuentos.
El tema de cierre es el mismo que da titulo al disco, y es a fin de cuentas
una de mis piezas favoritas del repertorio de Hackett. ‘Spectral Mornings’
gira en torno a unas lineas melodicas sencillas, arregladas con oportunas
cortinas y texturas de teclado, tanto en el preludio como en el interludio.
La majestuosa y distante prestancia que evoca la guitarra electrica resulta
literalmente espectral, apelando a imagenes nebulosas de melancolia
inescrutable, imagenes que pueden incluso resultar atormentadas en
ocasiones, no tanto como si fuera un llanto, sino mas bien un amontonamiento
de lagrimas que nunca salen a la superficie. Con este prodigio de emotividad
y exquisitez, “Spectral Mornings” no puede pedir un mejor final. Solo me
queda añadir que este es mi disco favorito de la etapa setentera del maestro
Hackett.
Cesar Mendoza
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