Temas
- Ashes In The Snow (11:46)
- Burial At Sea (10:39)
- Silent Flight, Sleeping Dawn (6:00)
- Pure As Snow (Trails of the Winter Storm) (11:26)
- Follow The Map (3:56)
- The Battle To Heaven (12:51)
- Everlasting Light (10:23)
Integrantes
- Takaakira "Taka" Goto: guitarras
- Tamaki Kunishi: bajo, piano, clavicordio, glockenspiel
- Yasunori Takada: batería, tímpanos, gong, platillos, glockenspiel
- Yoda: guitarras, órgano Hammond B3
Colaboradores - orquesta dirigida por Dave Max Crawford
Mono estaba al borde de su décimo aniversario como entidad musical cuando grabó
y publicó "Hymn to the Immortal Wind", no solo uno de los discos más admirados
por fans y críticos musicales, sino también uno de los discos más unánimemente
elogiados de toda la historia del post-rock hasta nuestros días. Y todo esto se
da con justa razón, pues este disco refleja, de forma clara y sin lugar a
confusiones, la más imponente cuota de imaginación musical que este cuarteto
japonés ha desplegado hasta ahora, y hay que tener en cuenta que Mono es un
grupo tremendamente solvente como unidad creativa. Sus deudas estilísticas con
GYBE!, Mogwai y el Sigur Rós de los 3 primeros discos siguen presentes disco
tras disco, pero Mono sabe darle un toque personal al meollo, además de
revitalizar desde dentro su propia propuesta sonora, apelando a no se sabe qué
fórmula mágica, pero sí, en efecto, suena con nuevos bríos con cada nuevo
disco. "Hymn to the Immortal Wind" no es la excepción, y es más, se trata de
toda un fenomenal punto culminante de su visión musical. La presencia
persistente de un nutrido ensamble de cuerdas (más algunas flautas y bronces)
supone un recurso efectivo a la hora de generar la renovada frescura pautada
para este disco. Nos aunamos desde aquí a las entusiastas opiniones positivas
que este disco ha cosechado desde el día de su lanzamiento.
'Ashes In The Snow' abre el disco con un calor emocional penetrante desde el
punto de partida, expuesto primeramente de manera muy suave, pero poco antes de
llegar a la barrera del tercer minuto, ya se abren espacios para que el grupo
empiece a expresar con soltura su energía global, aunque sea solo por un
engañoso instante. De todas maneras, el cuerpo central se va afianzando de una
forma muy clara, siendo así que a poco de pasados los siete minutos se instaura
definitivamente la fuerza expresiva de la banda, aportando niveles infinitos de
densidad y tensión al motivo central, llegando incluso a modificar varias de
sus tonalidades recurrentes en otras más inquietantes como efecto de la
contundencia sonora que tiene lugar y que no va a parar hasta el momento del
cierre. 'Burial At Sea' porta una calma más entristecida, comenzando con una
simple nota sostenida de órgano y un juego de guitarras que se focaliza en
orientar una cautivante progresión de acordes que transmite una belleza
sutilmente exótica de la misma manera que crea un aire de expectativa: la
aureola funeraria aludida en el título halla en la combinación de cadencias de
tambores y el fondo de cuerdas un correlato perfecto, el cual a su vez enmarca
apropiadamente la labor de las guitarras duales. Un nuevo motivo, que
supuestamente refleja el momento de llanto y duelo, entra a tallar y se
desarrolla para la segunda mitad, comenzando de manera muy tenue para finalizar
con un "Sturm und Drang" apabullante, un vigor dramático expresado en toda su
pureza. Los seis minutos de 'Silent Flight, Sleeping Dawn' se concentran en una
sublime amalgama de orquesta y piano, con un clavicordio que ocasionalmente se
une a este último para añadir algunos suaves toques de cristalina placidez al
asunto: no viene mal un momento de conmoción netamente reflexiva después de la
ilación entre la intensidad desgarrada de 'Ashes In The Snow' y la añoranza
tremendamente fiera de 'Burial at Sea'.
'Pure As Snow (Trails of the Winter Storm)' nos regala poco menos de 11 minutos
y medio de nueva gloria atmosférica, basada en el romanticismo etéreo de
'Silent Flight, Sleeping Dawn' y llevando éste a instancias de esplendor
envolvente durante sus primeros 6 minutos, un esplendor que en muchos niveles
anticipa la gloria imponentemente climática que habrá de desarrollar
'Everlasting Light' en el cierre del disco. (Para quien ya conoce este álbum de
principio a fin, es difícil dejar de mencionar el tema de cierre antes de
tiempo, pero debemos seguir la secuencia del repertorio con el debido orden). A
partir de allí, el ambiente se torna inapelablemente denso, muy en línea con el
asentamiento crucial sobre el cual se sostuvo el núcleo de la primera pieza.
'Follow The Map' nos devuelve al lirismo envolvente basado en el diálogo entre
piano y orquesta, usando un cierto retorno a 'Silent Flight, Sleeping Dawn',
pero con un tenor un poco más bombástico, lo cual significa que la candidez
emocional se hace más patente. A continuación sigue otro tema de pretensiones
épicas, 'The Battle To Heaven': un primer motivo se alimenta sostenidamente de
su propia recurrencia así como de las variables de intensidad que la impulsan
durante casi 6 minutos; un segundo motivo, parcialmente inspirado en el
primero, emerge de una calma momentánea y resuelve el resto de la pieza con
evidente agilidad y un lirismo más decididamente definido, lo cual le da un
aire especialmente mágico a la robustez creada desde las cuerdas de la guitarra
y el swing de la dupla rítmica. El disco concluye con 'Everlasting Light', una
de las piezas más celebradas por los fans de la banda: comenzando con un
cautivador motivo de piano cuya sencillez suavemente invita al ensamble
orquestal a llenar huecos de manera bien cuidada. A pocos segundos de llegar a
la barrera del cuarto minuto, la dupla guitarrera se hace cargo de extender sus
tentáculos texturiales con la pauta marcada por la orquesta, mientras que el
piano calla: es en este momento que se empieza a preparara el terreno para el
fabuloso clímax que ha de elevar la ideología musical de Mono hacia una de sus
manifestaciones más épicas. El hermanamiento entre grupo y orquesta hace que
las llamas de la melancolía se aviven con un fulgor exaltado que manifiesta
nuevos colores para el mundo y nuevas fuerzas cósmicas para el universo. El
pasaje conclusivo es espectacular, siendo el equivalente sonoro del palacio más
imponente que se pueda construir o incluso imaginar. ?Qué otro final podía
lógicamente tener un disco como "Hymn to the Immortal Wind" sino uno donde Mono
pudiera explayarse en el post-rock estilizado que sembró y cosechó durante más
o menos 10 años? No queda nada más que decir salvo que se trata de una joya
exquisita dentro de la vanguardia rockera de nuestros días: Mono es una banda
que con cada nuevo disco realza su imponencia como figura líder del post-rock.
César Mendoza
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