Listado de temas:
- Intro (4:27)
- White (6:07)
- Yellow (6:49)
- Orange (8:36)
- Red (6:05)
- Green (8:16)
- Blue (6:37)
- Electric Red (4:18)
- Indigo (6:01)
- Violet (9:02)
Músicos:
- Miles Davis: trompeta.
- Bjarne Roupe: guitarra eléctrica.
- John McLaughlin: guitarra eléctrica en 1, 4 y 10.
- Ole Koch-Hansen, Kenneth Knudsen: teclados.
- Thomas Clausen: teclados, piano acústico en 9.
- Bo Stief: bajo frettles y solo en 6.
- Nield Henning-Oersted Pedersen: bajo acústico en 6 y 9.
- Lennart Gruvstedt: batería.
- Vince Wilburn: batería eléctrica.
- Marilyn Mazur, Ethan Weisgaard: percusión.
- Lillian Towrnquist: arpa.
- Eva Thaysen: vocales.
- Niels Eje: oboe, corno inglés.
- Benny Rosenfeld, Palle Bolvig, Jens Winther, Perry Knudsen, Idrees Sulieman:
trompeta y flugelhorn.
- Vincent Nilsson, Jens Engel, Ture Larsen: trombón.
- Ole Kurt Jensen: trombón bajo.
- Axel Windfeld: trombón bajo y tuba.
- Jesper Thilo, Per Carsten, Uffe Karskov, Bent Jaedig,
- Flemming Madsen: saxos, flautas.
- Palle Mikkelborg: trompeta y flugelhorn adicionales.
Composición: Palle Mikkelborg.
Grabado en Copenhague, Dinamarca.
Mucho es lo que le debemos a Miles Davis por su extraordinario trabajo en la
música y por su particular visión de lo que pudo lograr por medio de ella. Si
bien al leer su nombre se lo asocia inmediatamente con la música de jazz, no
nos olvidemos que él fue denominado el padre de lo que luego se llamó (y mal
criticó, por cierto) jazz rock, generando una saludable renovación en la música
en general, sin desmerecer en absoluto lo que muchos músicos de jazz y de rock
venían y siguen haciendo.
Durante la década del 80 se consagró a realizar diversos trabajos, dando
énfasis a los sonidos de sintetizadores, guitarras y baterías electrónicas,
siempre alrededor de su inconfundible trompeta, dejando obras muy valiosas como
la que ahora comento. “Aura” se trata de una auténtica obra conceptual,
inspirada en los colores del arco iris y enmarcada en elementos del jazz y del
rock fusionados con la música electrónica y clásica. El compositor y
responsable de esto, el trompetista danés Palle Mikkelborg, quiso homenajear a
Davis y lo invitó para que encabezara ésta propuesta, a lo que Miles
evidentemente aceptó con sumo interés. Además, fue el reencuentro del músico
norteamericano con el guitarrista inglés John McLaughlin (Participó con Davis
en la grabación de “Bitches Brew” y “In a Silent Way”, además de ser el
fundador y líder de un grupo de virtuosos llamado Mahavishnu Orchestra), junto
con la participación de músicos dinamarqueses, en algunos casos, grandes
nombres
que hacen que no nos quede otra que ponernos de pie (Por ej.: el contrabajista
Nield Henning-Oersted Pedersen, colaborador –entre otros- de un grande del
jazz, Oscar Peterson). Éste trabajo se grabó en 1984 y vio su edición cinco
años después, dos antes de que Miles falleciera.
Éste disco da comienza con “Intro”, en el que un sintetizador instala una base
climática –lo que será una constante durante toda la obra- sobre la que una
guitarra eléctrica desliza algunas notas con efecto de eco. Segundos después se
escucha un conjunto eléctrico que brevemente reseña el espíritu de todo el
proyecto. Éste trabajo va más allá de cualquier referencia “impresionista”, aún
cuando éste término le caiga de maravillas.
“White”, tono formado por los siete colores del arco iris, arranca con la
trompeta asordinada de Davis a secas, sin acompañamiento. Enseguida, un teclado
instala otra base sobre la que Miles dirá muchas cosas desde su instrumento,
todo enmarcado en un tema de corte eléctrico cercano a trabajos como los de los
hermanos Stockhausen o de Tangerine Dream. Por momentos, la música inspira una
atmósfera entre introspectiva y misteriosa, una sensación que no se dejará de
percibir hasta el final.
Las cuerdas de un arpa en “Yellow” –una interesante mini suite- hacen que otros
instrumentos se animen a colaborar, incluyendo un coro de bronces que serán los
verdaderos protagonistas, mientras la trompeta de Miles apenas sugiere
variedades. Los sintetizadores hacen gala de su capacidad, aunque aquí no hay
lugar para velocidades a lo Wakeman ni disonancias como las de Joe Zawinul,
dado que la música propone precisamente que “contemplemos” auditivamente –si
vale la expresión- las distintas tonalidades sonoras que se van sucediendo.
“Orange” tiene un motivo mucho más festivo, haciendo recordar a otros discos de
Miles como “Decoy” y “You’re Under Arrest”. John McLaughlin hace sonar su
guitarra con la extraordinaria digitación de siempre, aunque sin abusos. Davis
sigue después, mitad con sordina, mitad con la trompeta en toda su plenitud.
Por ahí el tema cambia de rítmica, tornándose en algo parecido a una
persecución policial, con los bronces acompañando los climas de los teclados y
de la banda en general. Notable el sonido de la batería electrónica (A cargo
del sobrino de Davis, Vince Wilburn), que sirve de apoyo fundamental para todo
el resto.
“Red” trae, por así decir, nuevamente la seriedad al trabajo, repitiendo otra
vez el motivo escuchado en “Intro” pasada la mitad del tema. Es interesante que
el coro de bronces, aún en su papel de acompañante, se destaque en los diversos
ítems de toda ésta obra, sin caer en redundancias propias de las orquestas de
swing de décadas pasadas, aportando climas tan ajustados que dan la impresión
que ni los instrumentos electrónicos logran. Aclaro que no se trata de una obra
compuesta para una big band, sino que más bien es un trabajo de una banda y
orquesta matizando el trabajo de un instrumento solista, aunque éste último
concepto no es tampoco del todo cierto.
“Green”, con Bo Stief solo en bajo eléctrico desgranando bellísimas notas que
el mismo Jaco Pastorius hubiese querido tocar. Miles toma la posta otra vez con
su instrumento asordinado, mientras el gran Pedersen desde su contrabajo
sencillamente “te acuesta”. Un hermoso contraste entre lo eléctrico y acústico,
mientras otro colchón sonoro desde un teclado junto a una casi imperceptible
voz femenina enmarca éste hipnotizante diálogo. Increíble.
“Blue” aporta otra rítmica alegre –aunque diferente a “Orange”-, dando lugar a
que la trompeta líder se exprese en su plenitud durante todo el tema. Prestar
atención al sutil trabajo percusivo de Marilyn Mazur, como así también a la
forma en que éste tema concluye en una suerte de juego entre sonidos
orquestales y una pequeña improvisación de Miles.
“Electric Red” repite el motivo de “Red”, aunque la sensación es más oscura,
opresiva y densa. Pareciera que no tiene sentido incorporar ésta pieza, aunque
en realidad es todo lo contrario.
El piano rápido y por momentos nervioso de Thomas Clausen en “Indigo” enmarca
el único tema en donde un trío de jazz se deja llevar por la improvisación,
siendo éste también donde Davis no participa. Ni falta que hace. Pedersen en
contrabajo y Lennart Gruvstedt en batería siguen los lineamientos que el piano
dicta, acompañados también por Mazur en percusión –prestar atención: increíble
el trabajo que aquí hace-, y todos dan la impresión de que se divierten en
serio. De tanto en tanto algún trasfondo de bronces o de teclados nos hacen
recordar que es una pieza dentro de un concepto, con algunos sonidos que
recuerdan al Chick Corea del Return to Forever.
“Violet” propone densidad, pero enseguida Davis y McLaughlin lo desmienten.
Ninguno de los dos plantea fraseos abusivos, sino que dialogan con
tranquilidad, como dos amigos que se dedican a una simple charla en medio de un
viaje. Claro que McLaughlin no puede dejar de hacer alguna de sus piruetas,
pero se cuida de no forzar el final de ésta obra en una estridencia
insoportable. El resto de la banda se destaca por su sola compañía, como un
solo protagonista que admira a éstos dos monstruos de la música. Concluyen
serenamente, tal vez con la esperanza de que otra vez pueda brindarse un viaje
tan interesante como éste.
No hay dudas de que se trata de una obra maestra, mucho más accesible que otra
gema (Comentada también en LCDM) recién nombrada, “In A Silent Way”, cuya
densidad puede probar la paciencia de más de uno, a pesar de lo extraordinaria
que es. “Aura” es un trabajo digno de ir descubriendo de a poco, porque la
música debe ser así: disfrutada con espacios de tiempo que permitan
escudriñarla y valorarla en su plenitud.
Un dato: éste disco ganó el Grammy a la mejor perfomance de jazz instrumental
en 1989. Merecidísimo, por cierto.
Saludos a todos y, por supuesto, buena música.
Eduardo Norris
(Rafaela, Santa Fe, Argentina)
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