Temas
- Tiger! Tiger!
- Power and the Passion
- All the King’s Horses
Tragic Symphony
- Sea of Tears
- Nothing Left to Say
- Into the Void
Integrantes
- Bill Berends: guitarras, guitarra midi, bajo, voz
- Rich Berends: batería, percusión
- Phil Antolino: bajo, pedales midi (en vivo)
Con este tercer disco “Tragic Symphony”, la gente de Mastermind se empeñó en
perpetuar la buena impresión que dejó en los aficionados al progresivo hard
con toques modernos con sus dos primeros trabajos. Sin llegar a ser tan
impresionante como el disco que vino después (“Until Eternity”), realmente
el grupo logra consolidar el momentum de fuerza bombástica y energía
convincente del precedente (“Brainstorm”). El dúo de los hermanos Berends –
el bajista Phil Antolino solo es acreditado como colaborador en los
escenarios – se solidifica como un ensamble bien afiatado, dispuesto a dejar
una sensación de credibilidad en torno a su pomposa ideología musical,
alimentada por la influencia de los prototipos de ELP y el mejor Wakeman
solista, amén del Kansas de la era 74-80 y ciertos cánones híper-melódicos
del prog metal de primera generación. Es curioso cómo Bill Berends logra
integrar su estilo guitarrero, inspirado en buena medida por Gary Moore,
Jeff Beck y el lado rockero de Allan Holdsworth, en medio de esta propuesta
estandarizadamente progresiva.
El disco comienza con una potente versión de ‘Tiger! Tiger!’, un tema
original del año 1951, a cargo del barítono Mark Harrell acompañado de la
Philadelphia Orchestra (dirigida por el legendario Eugene Ormandy). El grupo
se apropia del tema y lo convierte en una joyita progresiva con elementos de
la fibra propia del prog metal. Con ‘Power and the Passion’ la banda explora
su línea de trabajo más habitual, que es la del encuentro entre las facetas
más rimbombantes de ELP, Kansas y Rick Wakeman con una sólida base dura de
guitarra y batería. La cosa funciona muy bien en esta pieza de casi 13
minutos de extensión porque los motivos “orquestales” son efectivos, y se
prestan como para dar vueltas en torno a ellos sin agotar al oyente. La
balada ‘All the King’s Horses’ suena casi como una mezcla entre ‘Lucky Man’
(ELP) y ‘Hold On’ (Kansas), aunque con un sonido más bombástico que ambas,
menos folk que el primero y menos solemne que el segundo – una balada
progresiva cumplidora, especialmente en lo que concierne a bajar un poco los
humos entre el tema precedente y el extenso vendaval progresivo pomposo que
se nos viene. La suite tripartita homónima es pomposa, que no saturadora (al
menos, no para mí), pues varios de los motivos y arreglos se sostienen
sólidamente sobre las ideas melódicas que van surgiendo, lo cual conlleva un
muy cuidadoso manejo de los espacios para las lucidas pirotecnias de
guitarra. Ninguna de las dos primeras secciones (que son cantadas) se apoya
en compases frenéticos – incluso creo notar en ‘Nothing Left to Say’ una
cadencia cándida que no es ajena a la faceta más patentemente emotiva de
Yes. Es en la última sección, un instrumental de 13 minutos, donde
Mastermind vuelve a dar rienda suelta a sus inquietudes bombásticas. En
efecto, ‘Into the Void’ despliega un prólogo lánguido y sombrío, como si se
tratara de la BSO de una película de ciencia-ficción; una vez que el grupo
entra de lleno, las cosas se intensifican, sin dejar esa aura de BSO, pero
esta vez de una película épica basada en algún evento histórico imperial.
Tras un reprise de la introducción, regresa la parte rockera, esta vez con
mayor contundencia, creando así una despedida explosiva para el disco.
En fin, “Tragic Symphony” es un disco típico de la primera etapa de
Mastermind, lleno de melodías bien definidas, las mismas que son ejecutadas
con oficio y boato: su principal valor radica en servir como puente entre
“Brainstorm” y “Until Eternity”, disco en el cual el grupo empezará a
mostrar una inclinación medida por enriquecer y renovar su propuesta
progresiva.
César Mendoza
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