Temas
- Intro
- Ayahuasca
- Luna de Arena
- Alegria
- Aura
- Innombrable
- Los Pajaros son Angeles Disfrazados
- Paracas
- Despues de la Lluvia
- Bahia
Manongo Mujica: bateria, percusiones andinas, africanas, tropicales y
orientales, zampoñas
Colaboradores – Pepita Garcia-Miro (voz, percusion), Cesar Vivanco (flauta),
Carlos Espinoza (saxos, clarinete bajo), Julio “Chocolate” Algendones
(cajon, quinto), Daniel Mujica (percusion), Edward Perez (contrabajo),
Annika Petrozzi (cello), Sammanda Sidurñas (violin), Doris Vascones (violin,
viola), Jose Antonio Nuñez (didgeridoo), David Pinto (bajo)
“El Sonido de los Dioses” es la nueva aventura musical del creativo
baterista/percusionista peruano Manongo Mujica, quien ya lleva años y años
trajinando en el mundillo del jazz con base fusion etnica en su pais.
Ciertamente se trata de una obra magistral, pletorico de una belleza tan
sublime como misteriosa, llena de tantos coloridos, y a la vez, llena de
alusiones que parecen dejar escondido algo mas profundo a punta de
ingeniosas sutilezas, gracias a las cuales, los ensambles instrumentales que
operan en cada tema nunca saturan al oyente. La idea basica es explorar de
forma inteligente e intuitiva las exoticas cadencias ritmicas, creando
vinculos entre los diversos folklores de diferentes regiones del mundo
(claro esta, dandole preferencia a la tradicion peruana) sobre un solido
fundamento de jazz fusion. El resultado final es intensamente hipnotico,
algo que invita al oyente a flotar en el aire en una ensoñacion magica
mientras se deja llevar por los vientos de epocas ancestrales resucitadas a
traves del sonido; y por paradojico que resulte, a la vez se siente el sabor
y el olor a la tierra que pisaron esos mismos ancestros, algo muy enraizado
en el suelo que el mundo contemporaneo, por mucho que cubra de asfalto y
plastico, no puede ser nunca acallado, pues asi de poderoso es el legado que
nos deja la historia. A diferencia de su anterior disco “Tribal”, donde la
intensidad estaba a flor de piel la mayor parte del tiempo, aqui hay una
actitud de escucha y reciclaje de los tenues latidos de la tierra (o de las
divinidades, para ser fieles al titulo del disco).
El disco recrea un inconfundible aire de compenetracion global a lo largo de
toda la duracion del repertorio, al modo de un ritual continuo: este factor
viene realzado por la presencia de breves motivos que fungen de puentes
conectores entre tema y tema. Las piezas guardan en bloque un nivel muy
parejo y muy alto en cuanto a creatividad y energia interpretativa, pero
quisiera resaltar algunas que en particular me llamaron la atencion de forma
especial, como botones de muestra. ‘Ayahuasca’ nos transporta hacia los
parajes de la selva amazonica, transmitiendo una atmosfera de oscuridad, no
para evocar cosas tenebrosas, sino algo mas parecido a la oscuridad mistica,
que nos invita a escuchar y mirar con suma atencion una verdad escondida mas
alla de lo que se puede abarcar desde los limites de la razon. ‘Luna de
Arena’ es un numero enmarcado en el folklore criollo costeño, en el que las
percusiones exoticas africanas y arreglos de cuerdas encuentran un cobijo
bastante coherente, creando asi un ingenioso equivalente sonoro a la
contemplacion de un inspirador paisaje nocturno. ‘Innombrable’ expone una
serie de texturas arrebatadoramente envolventes de saxo y flauta, mientras
las complejas secuencias ritmicas son establecidas con extrema sensibilidad,
creando una base profundamente eterea – la belleza de esta pieza es
inescrutable, insondable, tal como dice el titulo, innombrable. ‘Los Pajaros
son Angeles Disfrazados’ asume los aires del jazz mas claramente que
cualquiera de los otros temas, pero siempre enmarcado bajo la pauta telurica
que regula la estructura del disco. ‘Paracas’ presenta las aristas mas
notoriamente densas y lugubres del disco: la actitud general de reflexion se
torna para esta ocasion en una manifestacion de amargura, que encuentra un
oportuno eco en el dramatismo creado por el ensamble de cuerdas. ‘Bahia’
cierra el disco con una alusion frontal al alegre frenesi del folklore
festivo del Brasil, creando de este modo una vibracion final positiva: las
profusas partes percusivas garantizan su protagonismo mientras los vientos y
la voz de Garcia-Miro se explayan en sus intervenciones respectivas.
Como nota final cabe añadir que la colaboracion en este disco del genial
percusionista “Chocolate” Algendones, no hace mucho fallecido, queda
registrada como testamento de su inmenso talento artistico. Esto ciertamente
aumenta la sensacion de privilegio que el oyente siente en su corazon cuando
se deja atrapar por los climas teluricos destilados en “El Sonido de los
Dioses”. En suma, un disco genial, rebosante de misteriosa belleza y una
genuina pasion, con raices fuertemente afirmadas en el pasado y con alas
enfiladas hacia el vuelo vanguardista de la fusion contemporanea.
Cesar Mendoza
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