Temas
- Preludio - 7:35
- Promenade I - 4:45
- Promenade II - 6:19
- Voci - 10:52
- Echo - 9:17
Luciano Basso: piano de cola, órgano, mellotron, clavicordio, piano eléctrico
Colaboradores – Luigi Campalani (violín), Massimo Palma (cello), Mauro Pernotto
(bajo, contrabajo), Michele Zorzi (guitarras)
Oriundo de Venecia, el maestro teclista Luciano Basso que mayormente se mueve
en el ámbito de la música de cámara y crea música para documentales y
recitales, también tuvo su breve incursión en las arenas del rock progresivo,
una incursión que realmente ha significado mucho para la grandeza del
sinfonismo italiano de los 70s. “Voci” es una obra musical repleta de belleza
en su prestancia estilizada y magnetismo melódico. Se trata de una obra musical
muy orgánica, dueña de una estructura compositiva integrada y coherente, donde
el piano y el órgano suelen asumir el rol principal a la hora de desarrollar y
expandir los motivos y bases armónicas de turno. El tenor general de “Voci” nos
evoca a un cruce entre Latte e Miele y Le Orme de la etapa 72-73, con algunos
matices de BMS en su momento de mayor gloria progresiva.
La primera mitad del disco consiste en tres partes de una fastuosa idea musical
de base. El ‘Preludio’ llena los primeros 7 ½ minutos del disco. Comienza con
exquisitos arpegios de piano complementados por líneas de violín y capas de
mellotron, asentándose así el esquema de una exploración melódica que pronto
quedará completa con la incorporación de la guitarra solista y la dupla
rítmica. La segunda sección del ‘Preludio’ elabora una conclusión dinámica que
ojalá hubiese sido más larga a fin de completar debidamente el tono épico. Las
siguientes dos piezas, ‘Promenade I’ y ‘Promenade II’, sí completan
decisivamente su potencial de colorido sonoro. Ambos temas tienen en común su
abúndate carga de cadencias manieristas y neo-clásicas, alternadas según el
pasaje del momento tire hacia lo grácil o se incline hacia l ocontemplativo.
‘Promenade I’ tiene una aureola de extroversión más concentrada debido a sus
confines de 4 ¾ minutos, mientras que ‘Promenade II’ dosifica más
concienzudamente su expresividad, aprovechando su espacio de más de 6 minutos.
Debido a que este segundo ‘Promenade’ reincorpora algo de la otoñal majestad
del ‘Preludio’, su ambiente general es más serio y, a ratos, más grisáceo
también. El añadido de tonalidades de inspiración jazzera en ciertos adornos
permite explotar su patente vivacidad con un peculiar ingenio.
La segunda mitad del disco comienza con la pieza homónima, que es también la
más larga con sus casi 11 minutos de duración. Teniendo un abrumador
protagonismo del piano de cola, la función central de este instrumento es la de
crear un constante preludio de ondeantes arpegios que se explayan en atmósferas
flotantes. Más que en ninguna otra pieza del álbum, los fraseos de guitarra y
los dibujos del violín están sujetos a los caminos surcados por el piano. Las
alternancias entre momentos gráciles y relajados es bastante fluida, y el hecho
de que los contrastes entre ambas instancias no sean tan pronunciados ayuda
bastante a ello. Es como si las voces aludidas en el título se vieran
reflejadas en la visión musical de Basso cuales ondas y brisas que ocupan y
definen un espacio definido dentro del cosmos. En comparación, el tema de
cierre ‘Echo’ ofrece una dinámica más elaborada, en especial por el modo en que
se van desarrollando los motivos y la magnificencia sonora generada por el
ensamble. Los motivos están perfectamente distinguidos, armonizados en sus
sucesiones y ulteriores retomas. La entrada de cadencias jazzeras en ciertas
ocasiones y la predominante solemnidad manifestada en el esquema general de la
pieza la convierte en el perfecto cierre para un hermoso disco. “Voci” es, en
resumen, un manifiesto de belleza y estilización que se las apaña muy bien para
llamar la atención dentro de la peculiarmente genial tradición progresiva
generada en el País Itálico. Luciano Basso estudió algunos de los trucos
esenciales del sinfonismo y supo imprimirle su propio corazón y mente.
César Mendoza
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