Temas
- Horrísono
- Mapocho
- Bendición
- Octatón
- Gil-Hop
- Alturas
- Toques de lo Esencial
- Amarillelou
- Smog
- A Marvada Carnee
- Amor en Stell@r (Hot Copilot)
- Kachatelovni
- Zatrapa
- Machi
Jorge Campos: bajos con y sin trastes, contrabajo, bajos procesados, loops y
secuencias, programación Midi, teclados, piano, guitarra eléctrica, cuatro,
melódica, trutruca, kaskawilla, silbato, ocarina, palo de lluvia, sonajas,
huiro, bombo, batería, coros.
Colaboradores – Marcelo Concha (zampoña y conchas en 8), Germán Santana
(kaxixi, a go-gó, balafón malinés, tambores mgoma de Zimbawe en 6 y 10),
Denny Martínez (batería en 1, 2, 4, 6, 9, 10 y 12)
Reeditado por el sello mexicano Luna Negra a fines de 2007, este disco
solista del bajista chileno Jorge Campos titulado “Machi” data originalmente
del 2000. La propuesta de Campos, fuera de sus responsabilidades como
miembro de Congreso y Fulano (tal vez las dos bandas más populares de las
que ha formado parte), se apunta hacia una osada y dinámica mixtura de
electro-jazz, fusión, progresivo psicodélico y experimentación electrónica.
La sonoridad global de su propuesta se siente muy moderna, pero para nada
emparentada con los tópicos del “sonar actual solo para mantenerse en onda”
– la idea es explorar las posibilidades de lo electrónico a partir de ideas
musicales que rescaten ritmos y cadencias propias de la vanguardia jazzera,
fusión, world-music y la faceta más experimental del prog. Campos es todo un
prodigioso ejecutor del bajo: en sus múltiples variantes (con y sin trastes,
de 4, 5 y 8 cuerdas) utiliza el bajo para ornamentar compases, construir
riffs de base, solear, elaborar armonías, ingeniar texturas que vayan al
alimón con las percusiones y/o teclados de turno,… en fin, un sinfín de
posibilidades. El factor predominante en el repertorio reside en la carencia
de ideas melódicas a favor de la explotación sabia y medida de atmósferas y
cadencias: Stanley Clarke y Tony Levin son algunos de los referentes más
notorios que advierto en el peculiarmente propio estilo performativo y
creativo de campos.
‘Horrísono’ da inicio al disco con una cadencia sobriamente atemorizante, un
compás a medio tiempo y con mucha garra en sus riffs básicos y efectos.
‘Mapocho’ acoge una cadencia un poco más tenue, definitivamente más
misteriosa: es una pena que tan solo dure 2 minutos, pues tiene una
atmósfera que me parece sumamente atrapante. ‘Bendición’ es todo un ritual
de percusiones y vientos autóctonos armado sobre una serie de cortinas
etéreas de teclado y notas sostenidas de bajo, mientras que ‘Octatón’ se
centra en un marchoso esquema de jazz-rock, con una cadencia funky que
posiblemente nos haga recordar al icono Stanley Clarke. Con estos primeros
11 minutos ya nos han presentado una gama de sonoridades lo suficientemente
variada como para sospechar con fundados motivos que el disco íntegro va a
suponer un viaje estético más que interesante. ‘Gil-Hop’ establece una
pequeña excursión de hip-hop mezclado con acid-jazz: una vez más, hay que
lamentar la corta duración de esta pieza, pues los fraseos y el slapping a
cargo de Campo son simplemente alucinantes. El tema más largo es ‘Alturas’,
que con sus casi 8 minutos de extensión, cubre un espectro de sonoridades
etéreas, casi cósmicas, sobre un compás de blues semi-lento. Este tema porta
un ambiente misterioso, como de expectativa en su tramposa monotonía: cuando
a partir del cuarto minuto irrumpen los sintetizadores de cuerdas, parte del
misterio se desdobla en una aureola raramente tétrica, que pone más énfasis
en lo irreal que en lo provocador o lo tortuoso. El uso de percusiones
étnicas en el trasfondo ayuda a fortalecer el aura sutilmente surrealista de
la idea básica. ‘Toques de lo Esencial’ incluye un colorido solo de
contrabajo que fluye como flotando sobre la cibernética base rítmica.
‘Amarillelou’ es otro ejercicio de electro-jazz que en parte recoge el
espíritu de ‘Alturas’, pero porta una diversidad más patente en su
desarrollo. ‘Smog’ tiene un gancho semejante al de ‘Octatón’. ‘A Marvada
Carnee’ es un reciclaje electrónico de ritmos festivos brasileños, guiado
por un tremendo solo de bajo. ‘Amor en Stell@r (Hot Copilot)’ profundiza en
esta línea de electrificación de atmósferas étnicas. ‘Kachatelovni’ vuelve
al sendero del jazz-rock funky, esta vez con un ambiente de buen humor
(incluyendo una parodia de coro tenor al unísono de la melódica) que se
condice con el burlón título. ‘Zátrapa’ es una pieza notable en la que
Campos parece rendir homenaje al Hancock más experimental de los 70s. Los
diálogos armados entre el bajo eléctrico y el contrabajo muestran
virtuosismo, pero éste siempre se mantiene controlado bajo las explícitas
exigencias ordenadas por el esquema de la pieza. El repertorio oficial
concluye con el tema homónimo: son tres minutos de alucinados adornos
concretos (golpes de puerta, cantos exóticos, murmullos, retazos percusivos,
capas de teclado y contrabajo), muy en la onda de una secuencia
cinematográfica surrealista.
Esta reedición de Luna Negra incluye cuatro bonus tracks en vivo, más
exactamente, de ‘Mapocho’, ‘Octatón’, ‘Zátrapa’ y ‘Horrísono’. Los músicos
de apoyo son Isabela Rain (bajo, teclado y pifilca), DJ Fat Pablo (loops,
tornamesa, teclado y pifilca) y Josh Park (batería y trompe) – en efecto, la
presencia de una bajista adicional sirve para que estas versiones en vivo
rescaten en buena parte la fuerte presencia de los múltiples bajos de
Campos. Las expansiones de estos temas están más elaboradas, rondando entre
los 5 ½ y 9 ½ de duración. Ello supone la concreción de una mayor dosis de
polenta, y puesto que los músicos se portan con genuino entusiasmo a través
de estas muestras de visión experimental, el calor se hace contagioso a
pesar de no tener al frente al ensamble mismo. “Machi” es una estupenda obra
de jazz-rock vanguardista, sensible a la cibernética moderna en la música,
así como portando conexiones claras con la fusión y el progresivo
psicodélico. Jorge Campos es, simple y llanamente, un maestro de osado
espíritu y libre pensamiento.
César Mendoza
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