Temas
1- Nébula (6:53)
2- Hora Celeste (5:27)
3- Nimbos (6:54)
4- Piedras que Arrastra el Mar (7:21)
5- Canción de Cuna Para un Mundo Enfermo (3:01)
6- Ruidos Mecánicos en la Luna (9:04)
7- Mandala (10:41)
8- La Desaparición del Reino de la No Razón (13:26)
9- Mapa Universo (11:02)
Integrantes
- Luis Álvarez: guitarra, teclados y coros
- Daniel Límaco: batería y percusión
- Alex Garrido: voz, bajo y teclados
- Carlos Ramírez: guitarra
Jardín de Piedra es un ensamble peruano que ha tomado casi de sorpresa a la
crítica musical especializada de su país. Mucho se ha hablado en el circuito
underground limeño sobre sus presentaciones musicales, propensas a alimentarse
de recursos visuales y multimedia a fin de completar las ideas reflejadas en su
música, pero básicamente el grupo comenzó metido en sonoridades grunge y de
rock duro. El gusto por la psicodelia de base espacial y la experimentación
caló hondo en el ensamble, hasta el punto de aventurarse con creciente
confianza en desarrollos extensos y arreglos sofisticados, metiéndose de lleno
en aventuras sonoras inspiradas en el Pink Floyd arcaico, el krautrock, el
stoner y el post-rock. Según entiendo, el repertorio de este disco debut, “Mapa
Universo”, sigue una secuencia más o menos cronológica.
El disco abre con un cósmico efecto de sintetizador que asienta la atmósfera
para el envolvente jam de ‘Nébula’ cuyas alusiones oníricas reciben un giro muy
interesante con el manejo de riffs pesados y las constantemente punzantes
líneas de bajo. El canto de Garrido, emparentado con el parámetro airado del
grunge y el fuego expresivo del bues-rock clásico, es un fuerte aliciente para
la preservación de ese dinamismo potente que siempre acompaña al material de
esta banda. Hay una aureola de torturado ensueño que reaparece cada vez que el
ensamble baja los decibeles, y es justamente este tipo de espíritu el que se
realza particularmente en ‘Hora Celeste’: la complementación entre polenta
languidecida y compás lento ayuda enormemente a la hora de transmitir el
furioso existencialismo encapsulado en la letra. ‘Nimbos’ se desarrolla como
una semi-balada en clave de (así llamado) rock alternativo, cuya fuerza
inherente recibe un impulso mayor con la inclusión de ornamentos stoner y
pesadamente psicodélicos durante el desarrollo de sus interludios, o cual
repercute favorablemente en a maquinación de una intensa emotividad climática.
‘Piedras que Arrastra el Mar’, por su parte, parece extraerse a partir de una
confluencia de ambientes de los dos temas precedentes, resultando así una pieza
diseñada para completar un cuadro sonoro cuyos colores conocidos hasta este
momento están bien definidos.
‘Canción de Cuna Para un Mundo Enfermo’ es un dueto de guitarras que entreteje
un juego de sutiles texturas que tira bastante hacia lo onírico, pero más bien
parece un viaje lúcido hacia ciertos rincones misteriosos de las partes más
intimistas de la psique: al menos, yo siento que esta excursión musical es más
reflexiva que surrealista. Este breve instrumental está instalado en medio del
repertorio para indicar un giro estilístico de la banda hacia una acentuación
más decidida de sus intereses sonoros más sofisticados: o sea, el resto del
repertorio trasciende al esquema de rock alternativo revestido de pretensiones
artísticas y pasa a instalarse en un formato progresivo de extensivos vuelos
instrumentales, poderosas amalgamas inspiradas férreamente en el space-rock y
el krautrock heavy, y tendencias a crear ambientes majestosos sin tapujos ni
disimulos. ‘Ruidos Mecánicos en la Luna’ es el primero de estos viajes
musicales, comenzando con cadencias psicodélicas que evocan un poco a una cruza
del Pink Floyd de “Ummagumma” y los primeros años de Amon Düül II, y
ciertamente tenemos aquí un motivo que reaparecerá un par de veces entre las
más medidas secciones cantadas. Los fraseos de la guitarra solista evocan
simultáneamente a Dave Gilmour, Steve Hillage y Kim Thayil. ‘Mandala’ comienza
con aires exóticos manifestados a través de tonalidades filudas donde convergen
la pesadez patente de las guitarras duales y los vuelos lisérgicos establecidos
por el esquema rítmico. Tras la barrera de los 4 ½ minutos, atestiguamos el
tránsito desde un breve pasaje agresivo de corte stoner hasta otro más medido
que coquetea con el post-rock de tendencia filuda. La manera tan inteligente
con la que el grupo sostiene sus pasajes instrumentales le permite afianzar su
camino hacia el final. ‘La Desaparición del Reino de la No Razón’ tiene desde
sus instantes iniciales una huella clara de tensión contenida. La flotante
densidad emanada por su cósmico preludio se extiende en un crescendo efectivo,
que no exagerado. Poco antes de llegar al minuto 4, el grupo vuelve a comenzar
con un nuevo ejercicio de atmósferas flotantes, el mismo que termina por
aterrizar en una parte cantada, lenta y aguerrida en su lánguido compás de 3/4.
L que sigue después hasta el final redondea la idea con más pasajes densamente
melancólico antes de llegar a una coda relajante y ensoñadora, algo que a mí me
tomó un poco de sorpresa. El disco cierra con ‘Mapa Universo’, el tema homónimo
que se hace debido eco de la aureola melancólica del tema precedente y la
reelabora con un despliegue más explícito de energía rockera. El empleo
ocasional de algunos adornos jazz-rock ayuda a crear efectivas variantes en el
complejo swing que emplea el grupo a fin de mantener un atractivo dinamismo por
un espacio de 11 minutos.
En fin, “Mapa Universo” es un disco muy interesante, un trabajo musical que de
la mano de Jardín de Piedra abre nuevos horizontes para las ofertas rockeras
peruanas embebidas de genuinas pretensiones trascendentales. Este grupo merece,
no me cabe duda, recibir la atención del público rockero de su país pues desde
ya suena como una promesa cumplida.
César Mendoza
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