Temas
- Le Cri de la Terre
- Eternité
- Tri-un
- La Vie du Sonora
- La Porte...
- Mr. Z
- Energies
- Horizon Poupre
- Aurore Boréale
Integrantes
- Alain Chiarazzo: guitarras, voz
- Thierry Masse: teclados
- Fabrice di Mondo: batería, percusión
- Bruno Ramousse: bajo, coros
Colaboradores – Francois Fiddler (violín en 2, 3 y 8), Jean-Marc Negre
(coros en 4), Regis Sevignac (coros en 4)
Recién en estas últimas semanas (las primeras de agosto del 2006) he saldado
una deuda musical conmigo mismo al adquirir y disfrutar de “Le Cri de la
Terre”, el cuarto disco de estudio del ensamble francés Eclat. Se trata de
una de las obras más bellas y enérgicas del progresivo sinfónico europeo del
nuevo milenio, siendo así que corrobora a Alain Chiarazzo como uno de los
guitarristas más heroicos del movimiento progresivo, un músico lleno de
nervio, precisión y sensibilidad que debería aparecer más a menudo en las
encuestas especializadas. En fin, debemos rescatar el modo tan compacto en
que el ensamble instrumental se comporta a través del desarrollo de todas y
cada una de las piezas del repertorio. Con una dupla rítmica tan dinámica y
potente como la de Ramousse-di Mondo y un teclista tan versátil y pulcro
como Thierry Masse (aplicado discípulo de Jan Hammer, Pete Bardens y Kit
Watkins), el espectro sonoro de Eclat ve garantizado su potencial para crear
e hilvanar sus idea melódicas con buena dosis de ingenio. El elemento de
jazz-rock es un ingrediente muy fuerte dentro del estilo de Eclat, lo cual
permite a su sinfonismo contar con un swing especial.
El tema homónimo que abre el disco es una muestra clara de la combinación de
garra y gancho que conforma los atractivos esenciales de la música de Eclat.
Siendo Chiarazzo el líder del grupo, no solo como escritor de casi todas las
partituras sino también como instrumentista que sale más al frente dentro
del ensamble, su personalidad marca el tenor de las piezas, pero lejos están
los tres músicos restantes de ser meras comparsas de lujo para el mencionado
Chiarazzo. De hecho, Masse proporciona una variedad de registros que van
desde cortinas fastuosas de teclado hasta solos delicadamente armados,
pasando por fraseos de piano que van a lo clásico y a lo jazzero
alternadamente, convirtiéndose en un elemento crucial para el sonido global
de la banda. Con ‘Eternité’ (que maneja una energía y una vibración muy
semejantes a los de la pieza inicial) y el jazzeado ‘Tri-un’ se establece
claramente el modus operandi del grupo y la sensibilidad vertida en las
composiciones y arreglos. En esta última pieza, la incorporación del violín
de Francois Fiddler aporta una colorido extra bastante efectivo. Con unos
distantes aullidos de lobos comienza ‘La Vie du Sonora’, la primera pieza
cantada del disco, situada a medio camino entre el jazz-pop estándar y el
Camel de la era 78-81. En cierto modo semejante a la línea del Minimum Vital
actual, el hecho es que, en comparación, ‘La Vie du Sonora’ dispone de una
mayor prestancia progresiva – mención especial para las estupendas
florituras de bajo que Ramousse inserta en alguna parte del medio.
‘La Porte...’ comienza con una caminata y una puerta abriéndose, con lo cual
emerge un hermoso solo de piano, crepuscular y meditativo, como música de
fondo para los primeros atisbos de madrugada en un jazz bar. Con el eco de
la última nota de piano surgen unos ruidos de aves del bosque: éste es el
inicio de ‘Mr. Z’, un lento del tipo jazz-rock en la cual el grupo explora
su faceta más romántica. En medio de los constantes fraseos de Chiarazzo,
queda algo de espacio para solos de sintetizador y bajo. Con ‘Energies’
volvemos a la faceta extrovertida de Eclat: el carácter atractivamente
juguetón de esta pieza hace que sus menos de tres minutos de duración se
sientan un poco breves (al menos, para mi gusto), aunque es verdad que están
bien aprovechados. En la última mitad, Masse y Chiarazzo se lucen emulando a
Hammer y Holdsworth, respectivamente. ?Alguien quiere más intensidad’ Aquí
llega el siguiente número, ‘Horizon Poupre’, una excitante y fresca
demostración de la mezcla de sinfonismo y fusión, una onda que es lo que
mejor se le da a esta banda. Una vez más, el invitado Fiddler ayuda a
ampliar la gama sonora del bloque instrumental cuando aparece. Uno de los
picos absoluto del disco, no me cabe duda. En fin, el cierre del disco viene
con un tenor cósmico: ‘Aurora Boréale’ es una sonata armada con múltiples
capas y ornamentos de sintetizador sobre los que flota un solo envolvente.
Esta pieza resulta onírica dentro de su medida fastuosidad, permitiendo que
“Le Cri de la Terre” concluya con imponente solemnidad. Eclat realmente se
lució con este disco: ojalá lo hubiera conocido antes.
César Mendoza
|