Canciones:
- Castellorizon
- On An Island
- The Blue
- Take a Breath
- Red Sky at Night
- This Heaven
- Then I Close My Eyes
- Smile
- A Pocketful of Stones
- Where We Start
Músicos:
- David Gilmour – Vocales, guitarras, piano eléctrico, percusión
- David Crosby – Vocales
- Graham Nash – Vocales
- Richard Wright – Organo Hammond
- Rado Klose – Guitar
- Guy Pratt – Bajo
- Andy Newmark – Batería, percusión
- Jools Holland – Piano
- Chris Stainton – Organo Hammond
- Polly Samson – Piano, vocales
- Ged Lynch – Batería
- Phil Manzanera – Teclado, piano
- Leszek Mozdzer – Piano
- Caroline Dale – Cello
- Chris Laurence – Bajo doble
- Ilan Eshkeri – Programación
- Georgie Fame – Organo Hammond
- BJ Cole – Guitarra Weissenborn
- Robert Wyatt – Corneta, voz, percusión
- Alasdair Malloy – Armónica de cristal
- Willie Wilson – Batería
- Lucy Wakeford – Arpa
- Chris Thomas – Teclado
Arreglos de orquesta - Zbigniew Preisner
Dirección - Robert Ziegler
Producción - David Gilmour, Phil Manzanera, Chris Thomas
No deja de llamar la atención el contexto en el que se da el lanzamiento del
álbum más reciente de David Gilmour. Justo después de la sonada intervención
de Pink Floyd en el megaconcierto Live 8 realizado en Inglaterra, reformado
especialmente para la ocasión con sus 4 integrantes originales
(Waters-Wright-Mason-Gilmour), y justamente en el momento en que Roger
Waters aparecía públicamente predispuesto a hacer las pases y volver al seno
del grupo, y realizar tentativamente una extensa gira mundial de conciertos
interpretando, probablemente, el álbum más exitoso de la banda "Dark Side Of
The Moon". Queda ahora una clara impresión de que el responsable de que no
se diera la tan ansiada reunión es David Gilmour. Así como lo fuera
anteriormente Roger Waters del rompimiento de la alineación original de la
banda, tras el lanzamiento de "The Final Cut". Revisando un poco el pasado
se pueden diferenciar palpablemente "3" Pink Floyd; el Pink Floyd sicodélico
de Syd con Barret-Waters-Wright-Mason, el Pink Floyd contestatario de Roger
con Waters-Wright-Mason-Gilmour y el Pink Floyd industrial-corporativo de
David con Gilmour-Mason-Wright.
No existe manera de saber qué rumbos y alturas habría alcanzado Pink Floyd
con el "loco" (sin peyorativo) de Syd Barret de haber continuado al frente
de la banda. En cambio sí sabemos de las cimas que alcanzó con el incisivo
Waters al frente, y las planicies que recorrió con el desparpajo de Gilmour.
Volviendo al presente, queda perfectamente claro que Pink Floyd sin Roger
Waters no es, no fue, ni será realmente Pink Floyd; de la misma manera que
Pink Floyd sin David Gilmour no es ni será Pink Floyd. Esto mismo se podría
aplicar estrictamente para los casos de Dave Mason y Rick Wright, y así
parece haberlo entendido Waters finalmente.
Veredicto: Gilmour sigue resentido con Waters, y Waters sigue siendo el
mismo tirano de siempre. Condena: No más Pink Floyd.
Con la puesta en el mercado de "On An Island" Gilmour pinta su raya. Qué
manera más categórica de finiquitar su pasado pinkfloydiano que con un álbum
propio, realizado con la ayuda de su esposa y de sus amigos músicos en un
ambiente de total relajación y bonhomía. Pero algo de lo que no puede
deshacerse tan fácilmente es de su particular estilo; todo lo que emana a la
hora de pulsar las seis cuerdas de su(s) guitarra(s) irremediablemente tiene
que sonar a Pink Floyd, no puede ser de otra manera, en caso contrario
también sabría cómo mudar de piel.
Por otra parte, las críticas al álbum no se han hecho esperar y han llegado
desde todos los frentes; desde seudo-críticos musicales en la prensa que lo
tachan de aburrido y anacrónico, borrando de un plumazo sus habilidades como
músico como si cualquier cosa, hasta comentarios que lo ubican dentro de lo
mejor que se ha publicado en lo que va del año. De modo que para ubicarlo en
su justa medida sólo hay una opción: escucharlo.
Consciente o inconscientemente uno espera escuchar más música de Pink Floyd,
aunque dosificada irremediablemente y apenas justa para apaciguar el
resquemor de saber que ya no habrá una dosis completa con los cuatro
ingredientes originales, como debiera ser, y más aún, que creemos merecer. Y
es esto precisamente lo que se obtiene con el disco de Gilmour, al menos en
lo que se refiere al sonido de la guitarra y el darse uno cuenta de lo
importante que era la voz de David como parte del sonido de Pink Floyd. Es
fácil imaginarse estar escuchando el nuevo disco de Pink Floyd aunque en
realidad no sea así, imaginarse de menos que así habría sonado el nuevo
disco del grupo. ?Cuánto habría mejorado el disco con la inclusión de Waters
y Mason? El resultado, por supuesto, habría sido diametralmente distinto.
Pero no, son sólo sueños. Este es el disco solista de David Gilmour,
ex-guitarrista de Pink Floyd. Resulta agradable saber que Rick Wright
también aparece, tocando el órgano Hammond. Hecho que da lugar a una nueva
metamorfosis: Pink Floyd dividido en dos partes; Gilmour-Wright,
Waters-Mason.
En conjunto lo que escuchamos es una amalgama de sonidos provenientes del
'folk', el jazz, música orquestal, ecos de blues y por supuesto rock.
Emocionalmente la música es relajada, serena, acompasada, como envuelta en
un halo de laxitud, un estado de languidez que impregna todo el disco. Los
solos de Gilmour ya no transmiten emociones profundas de tristeza o coraje o
de ira contenida, sólo una sensación de bienestar, son solos que emocionan
pero no enfocados a un sentimiento en particular, solos que adornan el tema
pero que no están dirigidos a un objetivo, debido tal vez a que las letras
ocupan un segundo plano en la música de Gilmour. Gilmour nunca fue un buen
letrista de canciones y para ello se ha estado apoyando en la escritura de
Polly Samson, su esposa.
"On an Island" se compone de canciones y temas instrumentales compuestos
propiamente por Gilmour y Polly Samson, razón por la cual lo llama "su
trabajo más personal". Indiscutiblemente lo mejor del álbum es la guitarra
de Gilmour, y la voz, bueno la voz es como un sello de identificación, una
marca de prestigio, pero también es, lamentablemente, un elemento decorativo
para las canciones que contienen letras que no trascenderán en la mente de
los escuchas. Con Pink Floyd uno quiere aprenderse las letras, con Gilmour
parecen no tener mayor importancia. Gilmour ya no necesita de fama y dinero
y probablemente todo lo que tenía que decir ya lo dijo, con su guitarra.
Ahora sólo parece querer navegar y disfrutar del paisaje pero sin moverse,
como en una isla rodeada de aguas tranquilas, isla que alegóricamente
simboliza su casa-estudio flotante "Astoria", lugar donde se realizaron
parte de las sesiones de grabación de este, su tercer álbum solista. Un
disco que ha cosechado a pesar de todos los inconvenientes muy buenas
críticas, y una prueba de esto es la cantidad de conciertos que está
ofreciendo por EUA y Europa en el año de su lanzamiento.
Jorge Padilla L
Junio 12, 2006
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