Temas
- Monsterhead Suite: parts 1, 2 & 3
- Satellite
- Hollins
- Kithara Interludium
- Angular World
- The Lake
- The Secret
Integrantes
- Fred Callan: bajo, pedales Taurus, coros
- David Doig: guitarras eléctricas y acústicas
- Paul Seal: voz, percusión
- Mercury Caronia IV: batería, gongs, campanas, percusión, coros
- Tom Doncourt: mellotron, theremin, otros teclados, percusión, saxo
Ha pasado una enormidad de años desde que Cathedral lanzara al mercado el que
hasta ahora era su único aporte discográfico a la historia del progresivo,
“Glass Stained Stories”. Este disco llama la atención de los coleccionistas por
la gran dosis de influencia del Yes 73-74 que arrastraba en su repertorio,
junto con una influencia extra de parte del Genesis tradicional con Gabriel.
Ahora el grupo se ha reunido con casi toda la formación original, perpetrando
“The Bridge”, uno de los discos de retorno más celebrados por la generalidad de
comentaristas de Internet que tuvieron la oportunidad de disfrutarlo en su
momento. Debo decir que lo primero que llama la atención de este reconstituido
Cathedral es que logran crear un puente bien definido con la vieja cosecha
progresiva pero sin llegar literalmente a la estrategia de clonación nostalgia:
el sonido de este disco es, en líneas generales, más sólido y pulcro que el
exhibido en “Glass Stained Stories”, y la instrumentación resulta más ágil,
aunque ciertamente muchos habrán de extrañar la rara densidad que se plasmó tan
inequívocamente en ese disco setentero. En verdad, se pueden extrañar dos cosas
con respecto al Cathedral de los 70s: la presencia relevante de los teclados
dentro del bagaje instrumental global, y la esforzada exhuberancia de la
batería. “The Bridge” es un catálogo de viejos trucos de estilo renovados con
una vibración moderna. En este sentido, Catedral logra evitar el uso excesivo
de cortinas de teclado que llegó a saturar tanto los discos de retorno de Kaipa
y Kayak, por poner los primeros ejemplos que se me vienen a la mente.
Con un inicio cósmico empieza la tripartita ‘Monsterhead Suite’, el cual tiene
un aire inconfundible a Yes en varios momentos, pero que conste que Catedral
nunca juega “la carta de Starcastle”. La labor de los teclados pone énfasis en
orquestaciones y ornamentos, siendo así que la guitarra (eléctrica o acústica)
se hace cargo de los solos que van emergiendo sobre el camino, mientras que el
bajo impone algo de presencia en la mezcla. La aureola de originalidad es fácil
de notar aquí, a través de todos los cambios de ambiente, manejados con una
fluidez tal que la pieza parece más sencilla de lo que realmente es. Esta pieza
es bastante calma en espíritu, llenando el ambiente de sonoridades agradables a
lo largo de sus 13+ minutos de duración. La siguiente pieza, ‘Satellite’, está
inundado de un mayor gancho rockero, pero tiene un formato melódico lo
necesariamente extraño como para no sonar complaciente: algunas disonancias en
los riffs de guitarra y sus interacciones con el teclado pueden sonar un poco a
lo Gentle Giant, pero esto es tan solo un referente parcial, y más bien, lo
raro d esta pieza consiste en crear ciertas texturas tenebrosas. ‘Hollins’ abre
nuevamente con cortinas cósmicas (incluyendo mellotron coral) y unos estupendos
arpegios de guitarra clásica muy a lo Hackett. Cuando la pieza se asienta,
llegamos a un terreno de sinfonismo evocativo, con un juego controlado de
complejidad y sencillez. La siguiente pieza también ofrece un especial
protagonismo para la guitarra clásica, y bueno, es que se trata de un solo
elaborado al estilo de una pieza palaciega barroca. ‘Angular World’ retoma en
cierta medida la posta dejada por ‘Satellite’, pero se beneficia de una
expansión más trabajada y un manejo más fluido de dicha expansión. El solo de
guitarra eléctrica que se desarrolla en medio alcanza una importante cuota de
vibración explosiva en medio del clima general del disco. ‘The Lake’ tiene un
aura más misteriosa en los pasajes exóticos, pero también se puede decir que
prosigue en parte con la línea de trabajo enarbolada en la canción precedente.
El disco concluye con ‘The Secret’, la otra suite del disco (dura casi 11 ½
minutos): se trata de la pieza más intensa del disco, y también es la más
ambiciosa en esto de recoger diversidad en una unidad multicolor. La presencia
de los teclados se hace más intensa (mención especial para el theremin). El
pasaje final tiene una especial sensación de dramatismo que congenia mucho con
el cierre de “Stained Glass Stories”, al modo de una simetría a través del
tiempo.
Tal como señalé en el primer párrafo de esta reseña, “The Bridge” tiene puntos
a favor concernientes a la solidez del ensamble mismo y la elaboración de un
sonido más pulcro, pero también da la sensación de que el disco no despega del
todo en los momentos diseñados para ser más climáticos, y precisamente ésta era
una de las cualidades más llamativas de “Stained Glass Stories”, disco que a
pesar de estar lejos de ser una obra cumbre del antiguo prog norteamericano,
contaba con interesantes picos de expresividad fastuosa. En todo caso, “The
Bridge” contiene una musicalidad consistente, y ello deberá bastar para
concluir con una recomendación positiva para todos los melómanos progresivos
incondicionales de la vertiente sinfónica.
César Mendoza
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