Temas
- Odd-job
- Kagee ga Kieru
- Shortwave from Outer Space
- Frost and Fire
- Récit
- Kinzoku no Taiji (live)
Integrantes
- Kido Natsuki: guitarra, órgano, sintetizador
- Okabe Youichi: batería, percusión, efectos electrónicos
- Ohtsubo Hirohiko: bajo
- Takara Kumiko: vibráfono, percusión
- Katsui Yuji: violín, canto, sampleos
“Récit” es el tercer disco del ensamble experimental Bondage Fruit, receptor
de la herencia progresiva más vanguardista a través de un reciclaje
peculiar; también es el primero sin integrantes a cargo del departamento
vocal. El guitarrista-teclista Kido Natsuki sigue al frente aportando las
composiciones del repertorio, el mismo que el ensamble concretiza con
nervio, pulso e inventivas interacciones. “Récit” es un catálogo poderoso de
ideas diversas engalanadas por la constante aureola improvisacional que el
grupo maneja con pulcro oficio.
El tema de inicio ‘Odd-job’ comienza con un ejercicio tremendamente
absorbente de rock psicodélico muscular, teñido con una combinación de
colores densamente crimsonianos con otros de tonalidad
hendrixiana-zeppeliniana. Luego llega una sección intermedia más contenida,
en la que la guitarra se mueve en un escenario espartano son ornamentadas
con toques concisos de vibráfono y retazos de violín (aparte de efectos
vocales) mientras la dupla rítmica se concentra en proporcionar una cadencia
jazzera al asunto. De una manera u otra, siempre asoman aires crimsonianos
en la guitarra, especialmente mientras nos acercamos al octavo minuto, que
es cuando la sección intermedia concluye y pasamos a un excelso clímax
construido al modo de un post-punk exótico (algo que no hubiese estorbado
para nada en un disco de Hoyrÿ-Konë) hasta llegar a un minúsculo reprise del
motivo inicial. ‘Kagee ka Hieru’ baja notoriamente los decibeles para
articular un ambiente lánguido basado en un esqueleto recurrente de
vibráfono, sobre el cual se suceden las pinceladas de guitarra y violín,
aparte de golpes minimalistas de percusiones acústicas y programadas. Ahora
la cosa pasa a sonar como una confluencia entre Phillip Glass y el GYBE! de
los momentos más etéreos. La guitarra exhibe unos fraseos conmovedores que
constantemente parecen evocar una nostalgia muchas veces callada: aunque se
hace esperar bastante, la batería finalmente entra en acción por un breve
momento, sacando de sí una base métrica que hasta entonces se hacía presente
en la ausencia. ‘Shortwave from Outer Space’ dura menos de 3 minutos, y
consiste básicamente en una teatralización de película de ciencia ficción,
con monólogos y efectos electrónicos: la aparición de bizarras explosiones
percusivas en los últimos ¾ de minuto sirven como preludio para la siguiente
pieza ‘Frost and Fire’. Este tema vuelve a la cadencia patentemente
incendiaria del tema de entrada, incluso diría yo con una dosis mayor de
frenesí. La guitarra de Natsuki y la batería de Youichi funcionan como las
columnas dentro de la cuales el grupo lleva a cabo su perpetuo orgasmo
sonoro sobre un trepidante compás. Al llegar al minuto 6 el ambiente se
torna un poco más “industrial”, por así decirlo, al modo del krautrock
pulsacional de Can y Neu! – los vuelos de la guitarra y el violín son
mortíferos, cuales tormentas neuróticas que se abaten sobre las percusiones
tribales. Esta inquietud apabullante vuelve a fojas cero en los dos últimos
minutos, cuando se retoma el jam inicial. Aturdimiento instantáneo e
impíamente visceral: esto es lo que nos ofrece ‘Frost and Fire’, una de las
gemas absolutas del disco.
La pieza homónima es la más extensa, con sus más de 28 minutos de duración.
Su filo es fielmente semejante al de los temas 1 y 4, aunque esta vez el
nervio apabullante se despliega sobre una cadencia más tirada hacia el
jazz-rock experimental: la impresión calculada de que la sección rítmica va
por su lado y el resto va por el suyo es un recurso típico (y uno de los más
exigentes) del free jazz. La inclusión de trucos orquestales a lo Zappa en
el transcurso del jam sirve par crear un aura de variedad e introducirla de
manera fluida. En fin, hay que escuchar la base percusiva de Youichi y
Kumiko para entender el significado esencial de la palabra “combustible” -
!qué bárbaro! Se apoderan del protagonismo, y en verdad, más que una base,
conforman el centro neurálgico de la pieza: como si los sonidos
deconstructivos provistos por la guitarra, el bajo y el violín estuvieran,
en realidad, a cargo de ornamentar un solo de tambores duales. Como nada
dura para siempre, en el arribo del décimo tercer minuto el jam se
interrumpe para dar paso a la caída de gotas de rocío dibujadas por el
vibráfono. Ahora hemos pasado de un estado de infatigable demencia a otro de
introspección en el lado más misterioso del yo: las pinceladas aleatorias de
violín y guitarra flotan creando una tensión delicada frente a los
majestuosos sonidos del vibráfono, una tensión que finalmente se resuelve en
un conflicto caótico tan impenetrable como implacable. El ambiente belicoso
creado en este punto sirve como preludio para la retoma del compás
sostenidamente frenético que había sido abandonado anteriormente, aunque
esta vez con una metralla más numerosa. Las vibraciones finales son todo un
homenaje al ‘Larks’ Tongues in Aspic Part II’. En fin, el disco concluye con
una versión en vivo de un tema del primer disco, ahora sin intervención
vocal. Este cierre sigue muy cercanamente la línea tormentosa del material
de estudio, y por ello constituye un broche totalmente coherente para este
disco no apto para cardíacos. Bondage Fruit es un punto de referencia
infaltable para quienes aman la mezcla de vanguardia y potencia arrolladora.
César Mendoza
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