Temas
- Airlift
- Traveller
- Transportation
- Rakaia River (Mountains to Sea)
- India
- Perfect Flight
- Over-Soul
- English Home
Billy Currie: teclados, violín y viola eléctricos
Colaboradores – Steve Howe (guitarras, bajo sin trastes, mandolina,
ukelele), Toby Anderson (sintetizadores), Kadir Guirey (percusión en 6), Mel
Wesson (secuenciadores), Derek Forbes (bajo en 1), Ray McVeigh (guitarra en
5), Ray Weston (batería en 5 y 7), Mickie Fiat (bajo sin trastes de 5
cuerdas en 6 y 7), Helena Ferrari (canto en 2), Luis Jardim (percusión en 8)
Billy Currie es uno de los héroes de la movida pop británica de los 70s y
80s, especialmente en su rol de versátil teclista y cuerdista del legendario
ensamble Ultravox, así como eficaz colaborador de Gary Numan y co-autor de
la mejor obra de Visage en los albores de la moda tecno. “Transportation “es
su primer disco de la etapa solista que forjó al día siguiente del inicio
del declive de Ultravox en la segunda mitad de los 80s: no es de extrañar
que se trate de un trabajo musical de altas ambiciones estéticas si es que
prestamos atención a sus valiosos aportes compositivos y musicales a la obra
de Ultravox durante la etapa de Midge Ure. Según se cuenta en el librito de
este disco, el material surgió a partir de unos demos en los cuales estaba
elaborando “casi inconscientemente” una mezcla de tecno estilizado con
new-age. Con el proceso de producción y post-producción, y contando con la
ayuda invaluable de excelentes músicos de apoyo (incluyendo a un experto
baterista como Ray Weston, a un músico de sesión de Meter Gabriel como Derek
Forbes, quien también pasó por las filas de Simple Minds, un percusionista
experto en jazz y fusión, y Steve Howe… bueno, basta decir su nombre y ya),
“Transportation” terminó convirtiéndose en una obra de art-rock cautivadora,
donde la world-music y las ambientaciones electrónicas se conjugan
coloridamente bajo ingeniosos ropajes de herencia sinfónica. El resultado
final es como una conjunción de Eddie Jobson, banda sonora de Vangelis, el
Oldfield ochenteno más épico y Ruychi Sakamoto: de hecho, este último
referente que menciono resulta consistentemente notable merced al uso
repetido de trucos musicales inspirados en los arquetipos de la música
oriental.
‘Airlift’ da inicio al disco con texturas electrónicas envolventes que dan
paso a la superposición continua de diversas cortinas majestuosas que
contienen un aura casi cinematográfica. ‘Traveller’ es menos fastuosa pero
conserva la agilidad de la pieza precedente, creando así un continuum muy
efectivo para que el oyente empiece a apreciar con agrado esta propuesta
musical. El tema homónimo es uno de los más intensos del disco, mayormente
porque logra encarnar las cualidades centrales del disco con gran esplendor.
La ilación sostenida de los diversos motivos que conduce a un clímax parcial
magnífico haya su perfecto contrapunto en el lírico final de guitarra
acústica y mandolina que permite al tema concluir con un timbre de ensueño
contemplativo. En ‘Rakaia River (Mountains to Sea)’ Currie da espacio
prioritario al piano durante la primera sección antes de que las
orquestaciones de múltiples sintetizadores entre a tallar para gestar un
hermoso boato sinfónico – en esta pieza hay una especial muestra de
sensibilidad clasicista que ayuda a generar un espacio más medido de
musicalidad en comparación con las tres piezas precedentes.
La segunda mitad del disco comienza con ‘India’, el cual es un muestrario de
pop-rock ágil y ganchero con tenues colores exóticos: un momento de
oxigenamiento de las pretensiones estéticas de Currie tras el despliegue de
colorido exhibido en los cuatro temas anteriores. A continuación siguen
‘Perfect Flight’ y ‘Over-Soul’, los cuales tienen un ambiente intermedio
entre el sinfonismo melódico sencillo (no ajeno al Camel ochenteno o a los
discos solistas de Steve Howe) y el jazz-pop amable, todo ello ornamentado
con quiebres melódicos y adornos tipo Sakamoto: el caso de ‘Over-Soul’ es
llamativo debido a que da la sensación de que podía haberse expandido más
antes de llegar a su abrupto final, a fin de dejar espacio para algún solo
de guitarra o sintetizador que terminara por explotar las sutilezas
intrínsecas al motivo armónico de base. Al fin y al cabo, ambos temas operan
como sendos preludios al hipnótico tema de cierre, ‘English Home’, el cual
destila una atractiva combinación de misterio y nostalgia en su espacio poco
menor de 5 minutos. Los etéreos fraseos de la guitarra eléctrica y los
ensoñadores vuelos de la viola hayan un excelente cobijo en la serie de
orquestaciones de sintetizadores que se despliega de principio a fin a
través de sus serenas variantes melódicas. Siento que el fade-out llega
demasiado pronto. En general, percibo que la serie de los cuatro primeros
temas exhiben una mayor ambición que la serie de los cuatro últimos, pero en
general, esta obra está bastante dotada de belleza y elegancia como para ser
del agrado de los aficionados a la buena música ambiciosa, sea ésta
"flagrantemente" progresiva o no.
César Mendoza
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