Sin lugar a dudas, asisitir a un concierto de Peter Hammill probo ser
una de las experiencias mas inusuales a las que un rock fan se pueda
someter. Sobretodo si tomamos en cuenta la instrumentacion escogida para
la noche de Caracas: un piano de cola, un violin, una guitarra
electro-acustica, y la prodigiosa voz, a veces predecible en sus
inflexiones, de Mr. Hammill. Explico esto ultimo: no hay duda de que la
conoce y la maneja con precision de cirujano, pero tampoco que a fuerza
de tanto conocerla, a menudo parece privarla de sorpresas y tornarla un
tanto repetitiva. (Perdon por este comienzo. No alienta a creer que por
otro lado este concierto nos deparo a todos los asistentes, por lo menos
a aquellos que como yo tienen desde hace agnos un respeto distante pero
no por ello menos genuino por PH, momentos verdaderamente extaticos).
El concierto se extendio por casi dos horas, y consistio en unos tres
sets, el primero para piano, voz y violin, el segundo para guitarra, voz
y violin, y el tercero de vuelta al piano, voz y violin. En cada set
unas cinco o seis piezas (corrijanme los otros cajeros venezolanos, la
memoria puede ser traicionera, especialmente cuando uno no es periodista
y no toma notas). Como no soy un conocedor de la obra de Hammill, no
puedo decirles de donde saco cada una de las piezas, tan solo les indico
que el repertorio fue una mezcla de piezas viejas con nuevas, tanto de
Van der Graaf como de su carrera solista, que es la mas abultada desde
luego. Reconocimos aqui y alla unas cuantas, sobretodo las de Van der
Graaf (Babylon, Still Life que fue con la que cerro el concierto y que
es una pieza brillante, otras dos o tres mas), algunas estuvieron a la
altura de la mejor musica que se pueda desear (recuerdo en particular la
primera y la segunda pieza que tocaron en el set de guitarra, en las que
el dialogo entre esta y el violin adquirio una altura verdaderamente
magistral, con Stuart Gordon, quien resulto ser un tipo super
simpatico, tocando con una intensidad que probablemente nos saco una que
otra lagrima y nos hizo agradecer haber estado esa noche en esa sala de
Caracas ), otras quizas, por lo repetitivas, nos hicieron recordar que
teniamos posaderas y que era bueno darles un cambio de posicion de vez
en cuando.
Habiendo dicho esto, es justo ahora rendir tributo a lo que sin duda es
el centro de la musica de Hammill. En el no es importante el virtuosismo
que como musico pueda tener, las cabriolas que ejecuta con sus
instrumentos (la guitarra charrasqueada le va muy bien, la punteada no
tanto), la complejidad de los arreglos, etc. Lo que parece contar mas en
el es la emocion que pone en esa voz suya que es una de las voces mas
caracteristicas que ha dado el rock, y el hecho de que esa
emocionalidad esta ligada a su condicion de poeta, de cantautor (si
bien, todo hay que decirlo, en una o dos piezas nos desencanto en este
departamento, en particular en una pieza cuyo tema es el vacio que dejan
los hijos en los padres cuando crecen y se marchan de la casa. Nada
contra un sentimiento que es eterno y que todas las generaciones humanas
han experimentado, es solo que la vena poetica parecio abandonar a
Hammill en esa cancion que mas parece un chato lamento que una inspirada
intuicion acerca de esa humana circunstancia). La verdad sea dicha,
escuchar a Hammill y no seguir las letras de sus canciones es privarse
de la mitad del asunto. No nos consolemos diciendo que el tipo transmite
tanta fuerza que asi este cantando los pollitos logra conmovernos. Eso
puede estar bien para un primer encuentro, pero si queremos
comprometernos un poco mas con la musica que este segnor hace, no hay
mas remedio que tratar de penetrar lo que dicen sus canciones. Y
habiendo dicho esto, la verdad es que estaria dispuesto a someterme
(perdon por el verbo) una vez mas a este concierto pero ahora sabiendo
que dicen todas y cada una de las palabras pronunciadas por este
artista unico e insustituible.
De la lectura de esta desigual cronica pudiera desprenderse que no
disfrute el concierto. Nada mas lejos de la verdad. Creo que me deparo
cuatro o cinco momentos que estoy dispuesto a poner en la valija de lo
que agradeceremos cuando hagamos el balance de lo vivido (esto sono
demasiado serio, pero que le vamos a hacer). Es solo que durante el
concierto me paso lo mismo que me pasa cuando trato de escuchar un disco
suyo de principio a fin. Una sucesion de deslumbramientos y de tedios,
de paroxismo y cansancio. Demasiado para una sola noche. Tanta
intensidad no se puede sostener por tanto tiempo porque nos
desquiciamos.
Pasando a otros aspectos, debemos decir que el sonido fue impecable, la
sala Romulo Gallegos de Altamira estuvo llena a tres cuartos, es decir
que asistieron unas doscientos cincuenta personas mas o menos, y que por
Venezuela abrio Sonda a Barnard, una banda en la mejor extirpe
crimsoniana, combinacion de musica electronica (Miguel Angel Noya en los
teclados?) con un guitarrista, gandhiano por el look, bastante habil en
extraer efectos de su instrumento, aunque me parece que estuvo un poco
bajo en la mezcla de sonido, un bajista incansable y una bateria bien
precisa, ejecutada por el periodista Juan Carlos Ballesta. Esta banda
sono bien, su musica es evidentemente experimental, a veces irresoluta,
aunque esta impresion puede deberse a que este era nuestro primer
encuentro con ella. A esta musica siempre hay que darle mas tiempo.
Tocaron tres piezas, incluyendo una ambiciosa version de 21st century
schizoid man, de Crimson, todo un acto de valentia tratandose de una
pieza tan descomunal.
Daniel Mendez.
|