Temas
- Charades [i) Humouresque (6:17) - ii) Cortege (5:11) - iii) Elegy (Touch Me)
(3:17) - iv) Gallavant (7:14)] (21:59)
- Albion Fair (16:26)
Integrantes
- Robert John Godfrey: teclados
- William Gilmour: teclados
- Francis Lickerish: guitarras
- Stephen Stewart: guitarras, percusión
- David Storey: batería, percusión
- Terry Pack: bajo
Colaborador - Tony Freer (corno inglés, oboe)
Tercer disco de The Enid y segundo con el teclista William Gilmour en sus filas
como lugarteniente de Godfrey, "Touch Me" tiene le misión de crear una
encrucijada entre el preciosismo exultante de "Aerie Fairie Nonsense" y el
dinamismo particular del impresionante disco debut "In The Region Of The Summer
Stars". Estando más enfocado en los teclados que nunca, The Enid ya suena
trepidantemente como una orquesta de rock, aunque también es justo señalar que
las guitarras son utilizadas de forma muy poderosa dentro del sólido
afiatamiento del ensamblaje grupal (especialmente, en la primera mitad del
álbum). Lickerish es co-autor de tres de las cuatro secciones de "Charades",
por lo que es razonable suponer que él se sentía muy compenetrado con el rol de
la guitarra dentro de la lógica estética que seguía siendo predominantemente
basada en las necesidades expresivas de Godfrey. En todo caso, al leer los
créditos del disco, uno halla más lógica en el hecho de que Gilmour sea el
co-autor que más recurrentemente acompaña la labor inspirativa de Godfrey.
El concepto de "Charades" se inicia con "Humouresque", una pieza llamativa
cuyo cuerpo central se focaliza en un ágil motivo de corte manierista donde la
amalgama de teclados crear y recrea el desarrollo temático con prístina
soltura, a la par que la dupla rítmica va sosteniendo el flujo de las
florituras de la ingeniería melódica con excelsa precisión. Los pasajes donde
el grupo vira hacia motivos más serenos - inspirados en la visión épica de
Elgar - operan no tanto como generadores de contraste sino como recursos de
complementación para la intención básica de dejar que la melodía se focalice en
un bien asentado espíritu celebratorio. "Cortege" ostenta un aura palaciega
donde la combinación de estilizaciones románticas y variantes de inspiración
renacentista está a la orden del día. "Elegy (Touch Me)" es una pieza de piano
clásico de aquellas que le gustan tanto al Sr. Godfrey, reflexivas e inundadas
de un aire de distinción: la vibración conmovedora de Mahler parece ser la
referencia influyente más recurrente en la base compositiva de esta pieza,
aunque también hay ciertos pasajes que parecen seguir algún patrón de la Sonata
"Patética" de Beethoven. Durando más de 7 minutos, "Gallavant", la última
sección de "Charades" es también la más larga. Gestada y arreglada en clave de
vals sinfónico, desarrolla una gentileza melódica basada en Tchaikovsky y un
meticuloso manejo de las variaciones de ambiente que nos remiten en general a
la etapa romántica de la música de cámara: esta sección sirve para perpetuar la
lección general de "Aerie Fairie Nonsense" y reciclarla a través de la dinámica
heredada del disco debut. En muchos sentidos, "Humouresque", "Cortege" y
"Gallavant" encarnan a la perfección el estándar nuclear del álbum que
describimos en el primer párrafo de esta misma reseña.
"Albion Fair" es la suite que ocupa toda la segunda mitad del disco. Con una
primera sección que dura más de 5 minutos, los teclados (principalmente
sintetizadores) de Godfrey y Stewart ocupan exclusivamente el espacio sonoro en
una flotante atmósfera donde la elegancia de la música docta y la
espiritualidad contemplativa del new age, la atmósfera general de la pieza
queda claramente definida. Después de esto, se suceden secciones temáticas
donde la tríada de guitarras-bajo y las percusiones orquestales añaden
ocasionales toques de color, hasta que llega el preciso momento en que el grupo
entra en acción desde su propio ensamblaje para crear el primer momento
climático, a poco de pasada la barrera del octavo minuto, y una vez abierta esa
puerta ya no hay manera de cerrarla. Aunque no estamos precisamente en un
momentum parecido a los momentos clave del "Journey" o el "King Arthur" de
Wakeman, sin duda se trata de una manifestación del lado rockero de la férrea
arquitectura musical de The Enid. Las variantes de motivos y los quiebres
melódicos siguen operando en un colorido suntuoso y pomposo, pero sin dejar que
la sonoridad integral del sexteto llegue a niveles de sobresalto o saturación,
todo está bien cuidado desde la articulación de las variadas ilaciones
compositivas hasta los diálogos concretos que tienen lugar entre los
instrumentistas. El factor Wagneriano es bastante fuerte en varias fanfarrias
de sintetizador y guitarra, pero también se mantiene fuerte la influencia de la
densa nostalgia propia del paradigma de Mahler en medio de efluvios orquestales
tan saltarines, y eso se nota de forma más notable en los momentos finales.
Todo esto fue "Touch Me", el disco que consolidó el paradigma de The Enid
dentro del lugar que ocupó dentro de una etapa de ardua supervivencia "de
posguerra" que el ideal del rock progresivo experimentó tras el ecuador de los
70s. Tal como nosotros lo vemos, The Enid aportó mucha dignidad a este ideal
con este disco en medio de la ubicación de relegamiento que ya estaba
padeciendo de forma remediable en el negocio musical.
César Mendoza
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