Temas
- Tangram Set 1 (19:47)
- Tangram Set 2 (20:27)
Integrantes
- Edgar Froese: teclados, guitarras, bajo
- Chris Franke: teclados, percusión
- Johannes Schmoelling: teclados
Tras la exquisita aventura de “Force Majeure”, los socios Edgar Froese y Chris
Franke decidieron retomar el formato de trío para TD, y el músico Johannes
Schmoelling (pianista y organista de amplia formación académica y con un
interesante historial de actividades musicales). El primer trabajo registrado
por esta formación fue “Tangram”, disco conceptual basado en el juego de
estrategia chino del mismo nombre. La estructuración del repertorio en dos
suites (o sets) da cuenta de las ambiciones compositivas que Froese y Franke
seguían trazándose desde antes del ingreso de Schmoelling – estructuración de
ideas clave sobre una base arquitectónica, manejo de ambientes variados,
ilación entre motivos diversos. “Tangram” bien puede describirse como un
intento exitoso de casar el sinfonismo dinámico de “Force Majeure” con las
texturas claroscuras y misteriosas que el grupo gestó en “Rubycon”, “Ricochet”
y “Stratosfear”. En todo caso, se nota que Schmoelling fue una baza fundamental
para que TD articulara un sonido más ordenado y un manejo más ágil de texturas
en comparación con “Force Majeure” (que en sí ya era un disco brillante). A
propósito, ambos discos también tienen en común el hecho de que el grupo sacara
de ellos buena parte de la banda sonora grabada para la sátira estudiantil
“Negocios Riesgosos” (“Risky Business”, con Tom Cruise y una impresionante
Rebecca DeMornay).
La primera parte comienza con una secuencia etérea de sintetizador en 7/8 que
suena a algo así como una flauta de bambú robótica. Los acompañamientos
minimalistas de sintetizadores extra y rasgueos de guitarra acústica se
empiezan a asentar de manera gradualmente más llamativa tras el paso a una
nueva secuencia de base. Poco antes de llegar al tercer minuto y medio, ya
contamos con una atmósfera llena e hipnótica, muy fiel a la esencia progresiva
electrónica que el grupo había cultivado y madurado desde los días de “Phaedra”
hasta “Stratosfear”. Hay un momento climático en el cual se produce un pasaje
orquestal portador de un colorido bastante eficaz, pero en realidad se trata de
un breve interludio en tránsito hacia otro pasaje extrovertido más robusto. Me
hubiera gustado que dicho interludio se hubiese convertido en un pasaje más
extenso con cierto tenor autónomo, pues ofrecía una interesante relación con lo
que Oldfield hacía por aquel entonces en “QE2” y “Five Miles Out”, pero bueno,
las cosas como son. En el minuto 8 pasamos a una sección introspectiva
principalmente marcada por los efluvios sutiles del piano, los mismos que luego
se articulan bajo la tutela de las envolventes líneas de sintetizador. Tras un
efecto de máquina a vapor generado por una secuencia rítmica programada, llega
una sección de capas flotantes de sintetizadores antes de regresar a otro
pasaje arquitectónico propio del estándar TD: es un guiño a esos aires cósmicos
estilizados que tan bien se perfeccionaron en “Rybycon” y “Ricochet”. El
esquema operante en este momento permite también al trío elaborar un crescendo
que finalmente desemboca en un reprise lento y ensoñador de una de las melodías
expuestas en la sección meridiana de la pieza.
La segunda parte se hace eco del carácter ensoñador con que acaba la primera
parte, aunque esta vez la amalgama de capas de sintetizadores refuerza la
potencial pomposidad del momento al establecer una sonoridad más abundante.
Ello permite una fluidez completa en la transición hacia la sección
arquitectónica que sigue a continuación, la más aguerrida de todo el disco en
cuanto a las pronunciadas insinuaciones psicodélicas emanadas por los dos
sintetizadores secuenciados. Las intervenciones a la guitarra eléctrica de
Froese (tal vez es sintetizada) son las mejores de este disco en cuanto a
manejo de texturas y complementación con la energía desplegada en los teclados.
Poco antes de llegar al minuto 11, las cosas pasan a un contexto etéreo y
moderadamente sombrío: lo que suena es una especie de cruza entre “Force
Majeure” y “Stratosfear”, rescatando la estilización sonora del primero y el
aire misterioso del segundo. Me hubiese gustado que este pasaje hubiese durado
un poco más, pero desde ya se va anunciando un nuevo pasaje, el cual es
enérgico y llamativo, semejante en espíritu a los pasajes más fastuosos de la
primera parte. Cuatro minutos después, al detenerse la secuencia rítmica
programada, entramos a un área más grisácea, indudablemente vinculada a la
psicodelia lánguida de corte free-form que había signado las raíces del
krautrock electrónico. Hay un aire de perturbación flotando en el aire, pero la
sonoridad moderna aportada por la producción de sonido mantiene a dicha
perturbación en un nivel moderado. Un breve pasaje melódico emerge para
instalar una coda evocativa, dueña de una calidez melódica muy serena. Así
concluye la que tal vez sea la última obra que TD realizó manteniendo una
conexión con su faceta más creativa de los 70s: “Tangram” enfila sus baterías
hacia los sonidos de los 80s mientras que las inquietudes compositivas siguen
bien encuadradas dentro del progresivo electrónico del cual TD es una banda
señera y campeona.
César Mendoza
|