Temas
- Patterns
- Happy War Holiday
- Bird
- Grapefruit
- Six
- Zona
- Too Much
- Grapefruit Variations
Integrantes
- Arik Hayat: teclados, flauta dulce, voz
- Elad Abraham: guitarras, flauta dulce
- Ori Ben-Zvi: guitarras
- Dan Carpman: bajo, voz
- Boris Zilberstein: batería
Colaborador – Ilan Salem (flauta en 1, 3 y 4)
Sympozion es un grupo israelí que ha sorprendido gratamente a muchos
melómanos progresivos de criterio vanguardista repartidos por el mundo, tal
como se lee en varias reseñas de Internet. Yo me sumo a los elogios pues
este disco “Kundabuffer” es todo un goce para los oídos y un motivo de
estímulo creativo en la mente del oyente. El material del repertorio se basa
en una labor tan enérgica como refinada de reestructuración de ideas
melódicas originalmente sencillas a través de contrapuntos, sutilezas y
gráciles juegos de reiteraciones. Las influencias de Gentle Giant, Happy the
Man y los patrones del jazz-rock melódico (casi a lo Canterbury) se hacen
notar enseguida; en una capa más asolapada, también hallamos elementos
propios de la cámara moderna (sobre todo en los adornos atonales, los cuales
son en su mayoría ejecutados en los teclados), lo cual los puede enlazar un
poco con el RIO pero quitando el componente siniestro. De manera indirecta,
noto un parentesco a lo que hace el ensamble norteamericano A Triggering
Myth, sobre todo en lo que se refiere al uso tan estilizado de contrapuntos
y disonancias, creando una suerte de gancho raro para lo que, en principio,
está en las antípodas de lo “burguesmente” agradable. Pero a diferencia del
grupo mencionado, Sympozion no se preocupa por crear adornos hiperbólicos ni
forestas sonoras extremadamente osadas: cada tema es una exhibición de
sencillez complicada al ser llevada a una capa superior. He aquí una muestra
de cómo se puede crear una aventura sin sordidez: que conste que no hay nada
de malo en la sordidez… solo que ésta no es la onda de Sympozion, y lo que
ellos hacen lo hacen con clase y eficacia. La inclusión de algunos
contrapunteos cuasi-crimsonianos (más en la forma que en la esencia) ayuda a
realzar ese clima de fina tensión en torno al cual tanto les gusta
regodearse a estos cinco músicos. En lo relativo a este detalle, esta banda
me hace evocar a ítems tales como Frogg Café y Karcius. Como hecho
anecdótico, cabe señalar que este grupo ahora es un cuarteto por causa de la
deserción de uno de los dos guitarristas.
‘Patterns’ es una pieza sumamente ágil, armada inteligentemente en torno a
escalas moderadamente enredadas. Y así comienza también la ambientación del
primer motivo de ‘Happy War Holiday’, pero en su segunda sección gira hacia
un espíritu más lírico, un primer prodigio de sutileza entre muchos que
iremos descubriendo a medida que el disco avanza. La tercera pieza es
cantada, con una ambientación melódica firme aunque no ajena a variaciones
interesantes. El solo de flauta añade un matiz bucólico en medio del swing
peculiar de esta pieza. ‘Grapefruit’ es una joya en sí misma, mostrando en
su lapso de casi 9 minutos una gama de variantes que nos toman de sorpresa
mientras emergen y desaparecen. En simultáneo, se puede sospechar que hay
una ilación efectiva sosteniendo las diversas ambientaciones, pero ésta solo
se podrá hacer más patente con posteriores escuchas. De todas maneras, es el
clima de libertad compartida lo primero que sorprende al oyente empático es
el modo tan fluido en que transcurren las ideas. ‘Six’ no es el sexto tema,
sino el quinto: se trata de un ejercicio sólido de jazz-prog disonante, con
una ilación más reconocible a través de su diversidad. Más compacto en
duración y estructura que el precedente, contiene un dinamismo muy
expresivo, sin caer en desniveles ni contrastes mal resueltos. Puestos a
describir ‘Zona’, otro tema cantado (con muy poca letra), tendríamos que
repetir lo que dijimos sobre ‘Six’, aunque cabe añadir que aquí se trabaja
un poco más la dinámica expansiva que se espera de un jam jazzero. El clímax
inescrutable que emerge al final como una implosión desencajada muestra a la
banda queriendo hacer un breve experimento con “algo un poco más raro de lo
normal”: un truco bien hecho, aunque tampoco con excesiva trascendencia.
‘Too Much’ es tal vez la pieza más cándida y cálida del disco, estableciendo
una vibración melódica serena y asumiendo un aura flotante en sus pasajes
más tirados hacia lo onírico. Su espíritu juguetón nos puede hacer recordar
a los dos primeros temas del disco En fin, los últimos 11 minutos son
ocupados por ‘Grapefruit Variations’, una pieza donde Sympozion vuelve a los
colores de piano con los que había concluido ‘Grapefruit’. Las cosas pronto
pasan a un largo jam jazzero en el cual se trabajan fraseos libres,
moderadamente explícitos, sobre un swing ágil. La guitarra brilla sin apelar
a luminosidades extravagantes. Luego sigue otro jam que tira más hacia lo
amable, aunque eso no signifique precisamente que el ensamble afloja el
punche. No me agrada tanto el hecho de que este tema concluya el disco con
un cierre tan abrupto, pero definitivamente se trata de una pieza llamativa
en sus propios térmicos – tal vez no debió ser la pieza final.
En fin, la conclusión es la siguiente: “Kundabuffer” de Sympozion es una
joya recomendada especialmente a los prog-fans con un terco corazón jazzero
y/o con una obsesión por lo disonante. En líneas generales, la manera en que
la solvencia técnica se suelta dentro de confines bien definidos por la
interacción entre los músicos sobresale como una de las virtudes más
relucientes de este excelente ítem progresivo.
César Mendoza
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