Temas
- De Todas Maneras (6:03)
- El Lugar Donde Vivo (Nuestros Hijos) (4:00)
- Triste Diciembre (4:56)
- El Largo Adiós (6:04)
- Cada Día, Cada Noche (5:20)
- Verano 1976 (5:02)
- Más Vale Cien Volando (4:00)
- Todo Ayer (6:44)
Rodolfo Mederos: bandoneón
Con
- Tomás Gubitsch: guitarras eléctrica, acústica y clásica
- Gustavo Fedel: piano eléctrico Rhodes y acústico, órgano, sintetizadores
Mini-Moog y ARP String
- Eduardo Criscuolo: bajo
- Rodolfo Messina: batería
Colaboradores - Analía Lovato (canto en 6 y 7), Pocho Lapouble (batería en 3),
Arturo Eric Schneider (flauta)
Nacido en Buenos Aires en 1940, Rodolfo Mederos es toda una leyenda viviente
del bandoneón en la preservación y difusión del folklore criollo argentino: su
espíritu inquieto y sus genuinos deseos de vivir la música a través de cada
célula de su cuerpo y cada neurona de su cerebro lo han llevado a tener, hasta
el día de hoy, una carrera prolífica dentro de las exploraciones tangueras,
tanto desde lo tradicional como desde lo vanguardista. Es justamente por este
último lado que Mederos tuvo la feliz ocurrencia de fundar el ensamble
Generación Cero allá por 1976, con la firma intención de arrojarse a la
exploración de desafiantes enriquecimientos sonoros en una mezcla de jazz, rock
y tango, un híbrido que muchos denominan avant-tango. "Fuera De Broma" fue la
primera manifestación fonográfica de esta iniciativa (con un trío de
bandoneonistas que completaban Daniel Binelli y Juan José Mosalini), y "De
Todas Maneras", disco que comentamos aquí, es el segundo. Una peculiaridad que
hallamos en este segundo disco es que hay una actitud más firme en cuanto a
empoderarse de los discursos del jazz-fusión y el rock progresivo que dominaban
por aquel entonces los círculos intelectuales de la música popular. Esto se
nota especialmente en la presencia de dos maestros a las guitarras y los
teclados, respectivamente: Tomás Gubitsch (quien venía de formar parte de la
última etapa de Invisible y tenía frente a sí todo un horizonte en las áreas
del jazz, la fusión y la cámara contemoránea) y Gustavo Fedel (quien venía de
la estupenda experiencia del álbum debut de Espíritu). Ambos gozan de amplios
campos de expresión para aportar un colorido musical rico en desarrollos
melódicos, matices cautivantes y cadencias sofisticadas, todo un aparato sonoro
donde el bandoneón del "jefe de orquesta" Mederos se integra de manera natural
y fluida - incluso Gubitsch logró meter una hermosa composición de su autoría
en el repertorio de este álbum. La dupla rítmica de Eduardo Criscuolo y Rodolfo
Messina también es digna de mención especial en relación con sus méritos para
sostener los momentos extrovertidos con impecable pulso y manejar con debida
sobriedad los momentos más introvertidos.
El tema homónimo abre el disco con una imponente prestancia basada en el
matrimonio entre las cálidas líneas centrales del bandoneón y la arquitectónica
cadencia de la batería, mientras se van integrando gradualmente la guitarra, el
bajo y el piano eléctrico. La pieza no tarda mucho en establecer una lógica de
dinamismo y colorido temático, y de hecho, poco antes de llegar a la barrera
del segundo minuto, un fabuloso solo de guitarra marca en buena medida la pauta
de las interacciones entre los músicos. El solo de Mini-Moog también es
tremendo, aportando una suerte de carácter cósmico al viaje instrumental en
curso. Cómo no, también hay espacio para un solo de Mederos, y por qué no,
también un solo de batería, el cual introduce la coda consistente en una
expansión del reprise del primer motivo. Tras este fantástico comienzo que ha
funcionado como carta de presentación de estos viajantes compañeros, solo queda
dejarse llevar por el repertorio restante, siendo así que "El Lugar Donde Vivo
(Nuestros Hijos)" se ahonda sólidamente en dulces cadencias tangueras, apelando
patentemente a evocativas sensaciones de melancolía. De esta manera, el
momentum progresivo donde brilla un solo semi-Hackettiano de Gubitsch se
inserta con naturalidad dentro de la planificación melódica de la pieza. El
asunto melancólico se perpetúa en el cuerpo central del siguiente tema, "Triste
Diciembre", pero hay una aureola más extrovertida. De hecho, se da una
presencia relevante de momentos cuidadosamente intensos que articulan una
especie de punto intermedio entre el sinfonismo a lo Camel y las sonoridades de
M.I.A. - algo muy sinfónico, y a la vez, muy porteño. La primera mitad del
álbum se cierra con "El Largo Adiós", pieza que explora ambientes introvertidos
con un lirismo pulcro, repleto de elegante emotividad: Gubitsch se luce en
sucesivos solos de guitarra eléctrica y acústica (la segunda, ostentando más
florituras), mientras que Fedel empieza aportando una vibración rítmica al
piano eléctrico y termina dirigiendo el pasaje final al piano de cola en camino
hacia la hermosa conclusión. 21 minutos de radiante belleza que vienen seguidos
de otros 21 minutos de radiante belleza, un esplendor sonoro que parece no
tener dónde acabar. "Cada Día, Cada Noche" porta un colorido juguetón, como
bañado por la frescura del rocío primaveral: el aspecto progresivo está bien
presente al igual que con los temas 2 y 3, amén de ciertas conexiones con el
candor excitante del Mahavishnu Orchestra clásico (de hecho, Fedel se siente
muy Hammeriano al piano eléctrico y Mini-Moog). "Verano 1976" regresa a las
estepas de la melancolía a todo dar: la introducción de piano, el susurrante
canto de Analía Lovato y la elegante contención rítmica dentro del cual se
encuadra el desarrollo instrumental son los ingredientes hermanados que logran
establecer este impresionante retrato musical de la añoranza solitaria. "Más
Vale Cien Volando", composición de Gobitsch, se asocia fluidamente la
espiritualidad melancólica que se va apoderando de las melodías y tonalidades
abordadas por el ensamble. Una vez más, el canto de Lovato resulta esencial
para completar el cuadro sonoro. El disco llega a su final con "Todo Ayer",
pieza que tiene la misión principal de condensar las más brillantes iniciativas
de combinar prog sinfónico y tango-fusión, trasladando el colorido que antes se
había manifestado en "De Todas Maneras" y "Cada Día, Cada Noche" hacia
dimensiones exultantes propias de un carnaval del alma, como queriendo culminar
esta aventura musical bajo la plena luz del mediodía estival.
"De Todas Maneras" es todo un hito de la vanguardia argentina 70era que,
rescatada ahora por el sello Viajero Inmóvil, se transporta en una máquina del
tiempo al público de nuestros días. Rodolfo Mederos nos revela aquí un ítem
infaltable en cualquier buena discoteca de música contemporánea, más allá de e
incluyendo a etiquetas específicas como jazz-fusión, tango experimental, rock
progresivo, etc.
César Mendoza
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