Temas
- Farvel Köpenhamn (2:30)
- Promenader (4:40)
- Nybakat Bröd (3:01)
- Dagarnas Skum (8:07)
- Polska Fran Kalmar (0:46)
- Fabriksfunky (4:49)
- Tatanga Mani (4:34)
- Fjottot (1:23)
- Stiltje - Uppbrott (4:21)
- Vattenpussar (4:08)
Integrantes
- Peter Bryngelsson: guitarras
- Peder Nabo: pianos, flauta, guitarra acústica
- Henrik Strindberg: guitarra eléctrica, flautas, saxo soprano
- Staffan Strindberg: bajo eléctrico
- Stefan Ohlsson: batería, percusión
- Lars Peter Sörensson: batería, guitarra eléctrica
Ragnarök es el nombre de una de las “leyendas perdidas” (aunque actualmente
recobrada por causa de su reciente reagrupación) de la escena progresiva sueca.
Grabado en 1976 pero salido al mercado al año siguiente, el disco debut
homónimo es un catálogo de composiciones atractivas, altamente inspiradas en
emociones intimistas y posiciones contemplativas. Dos son los esquemas sonoros
que operan aquí: piezas acústicas de fuerte raigambre pastoral y piezas
eléctricas muy suaves donde el núcleo performativo se basa en el jazz, siempre
con tenor evocativo. Dos esquemas secundarios bien integrados en una idea
musical general.
El disco comienza con un candor atrapante: la magia bucólica que emite ‘Farvel
Köpenhamn’ a través de esos arpegios de guitarras acústicas y esos casi
imperceptibles retazos de guitarra eléctrica me parece ineludible. Una epifanía
de melancolía meditabunda hecha sonido, ni más ni menos. ‘Promenader’ permanece
en este lindero evocativo, pero esta vez con un sonido un poco más urbano: de
hecho, su esquema está más tirado hacia un jazz suave, abiertamente melódico,
con ciertas cadencias blueseras sostenidas por los flotantes diálogos entre las
guitarras eléctricas y el piano eléctrico. El último solo de guitarra está
elaborado en base a fraseos ensoñadores. El factor pastoral regresa a la escena
con el tema ‘Nybakat Bröd’, ejecutado a dos duplas, de guitarras acústicas y
flautas, respectivamente. En medio surge una breve irrupción de acordes
disonantes de guitarra eléctrica y susurros medio burlescos, un truco raro pero
efectivo en medio de la sencillez bucólica general. ‘Dagarnas Skum’ prosigue
con este zigzag de pastoral y jazz lento, creando en su seno una cruza entre
ambos elementos y con una prioridad del segundo. Si el lector se imagina una
cruza entre la faceta más lánguida de Bo Hansson (“Lord of the Rings”), el
aspecto intimista del Pink Floyd 1970-71 y el Focus más romántico, podrá
hacerse una idea muy aproximada de la esencia nuclear de esta pieza. Tratándose
del tema más largo del disco, provee a Ragnarök de un espacio amplio para
explayarse en su habilidad para crear ambientes reflexivos.
‘Polska Fran Kalmar’ es una breve pieza solista de flauta que opera como un
preludio a ‘Fabriksfunky’, un guiño que hace el grupo a Brand-X y Weather
Report en sus momentos más intimistas, aunque adecuándolo a su propia sonoridad
esencial. Creo que ahora voy a señalar una perspectiva puramente personal: si
bien los temas pastorales cuentan con expansiones adecuadas, a mí me hubiese
gustado que Ragnarök hubiese establecido mayores espacios para sus
composiciones jazzeras, a fin de sacar mayor provecho de las vibraciones
inherentes a las ideas musicales en juego. En fin, es solo una apreciación
contrafáctica. Seguimos con el disco. ‘Tatanga Mani’ comienza con una primera
motad centrada en un hermoso solo de guitarra acústica, el mismo que
eventualmente lleva a un nuevo ejercicio de jazz suave, esta vez con una
tonalidad de carácter fusión. Akkerman solía incorporar cadencias fusionescas a
la mitad del material acústico de Focus (la otra mitad estaba dedicada a la
música de cámara y al Renacimiento), por lo que una nueva referencia a Focus no
viene desatinada en este momento de la reseña. ‘Fjottot’ es la pieza más
“frívola” del disco: está basada en un breve juego de acordes de piano
eléctrico a compás de Charleston. Le sigue la solemne ‘Stiltje – Uppbrott’, la
cual comienza con una breve introducción clasicista de piano de cola y prosigue
con un motivo pastoral donde destacan la guitarra acústica y la flauta. La coda
nos lleva a un inesperado pero bien inspirado motivo de inspiración
renacentista. Finalmente, ‘Vattenpussar’ ocupa los últimos 4 minutos del disco:
el etéreo casamiento de guitarra y piano eléctricos emula sonidos de gotas de
agua cayendo sobre una superficie acuosa (el título significa “Piletas de
Agua”). Una vez que el ensamble se une en bloque, el asunto se pone en clave de
jazz melódico, dando pie en cierto momento al lucimiento del saxo soprano en un
despliegue de energía cuidadosamente controlada. Un hermoso final para un
hermoso disco – “Ragnarök” es un ítem que dignifica tremendamente a la añeja
tradición art-rock escandinava, y desde luego, es infaltable en una buena
colección progresiva con genuina afinidad hacia esquemas sonoros cálidos y
pastorales.
César Mendoza
|