Temas
- After The Silence I [1st Movement ~ Introduction ; 2nd Movement ~ Opus I
Diabolus in Musica ; Opus II Étude for Flying V ; Opus III Scherzo ; 3rd
Movement ~ Endless Hymn]
- After The Silence II [4th Movement ~ Opus I Turn ; Opus II Return ; 5th
Movement ~ Opus I Caprice ; Opus II Interludium ; Opus III: Reprise ; 6th
Movement ~ Scherzo Reprise ; 7th Movement ~ Grand Finale]
Integrantes
- René de Haan: sintetizadores, mellotron, órgano
- Bob de Jong: batería, pedales bajos, piano eléctrico, sintetizador
Colaboradores – Nick Blaser (violín), Martin Knaap (bajo), Carolien Krul
(flauta), Arjen Lucassen (guitarra, pedales bajos), Michel van Wassem
(Novatron en 4th Movement)
El grupo holandés Pythagoras es uno de aquellos innumerables ítems
desconocidos de fines de los 70s e inicios de los 80s cuya obra se ha podido
hacer accesible al público progresivo recién en la era digital. La edición
de su material en formato CD ha permitido apreciar su estilo lánguido y
cósmico basado en la confluencia del Pink Floyd 71-75 y la magia cósmica
proveniente del Vangelis y el Tangerine Dream de los últimos 70s.
La primera parte del disco comienza con ruidos de un vuelo cósmico, siendo
así que al poco rato se asientan unas lánguidas capas mínimas de
sintetizador y mellotron que, a pesar de su simpleza, logran crear un
poderoso ambiente de expectativa. Mientras los sonidos de teclados se
amontonan a la par que mantienen la cadencia mínima original, se prepara la
emergencia de un compás lento que le debe mucho al Pink Floyd del “Wish You
Were Here”: el acento gilmouriano que el invitado Arjen Lucassen imprime a
su solo de guitarra ayuda ciertamente a crear ese efecto mental en el
oyente. Este pasaje es lo suficientemente extenso como para sacarle buen
provecho a los fraseos de guitarra dentro de este contexto sonoro. Después
sigue una secuencia con ruidos parecidos a los de una compleja maquinaria
funcionando para generar movimiento, la cual conduce a un recurrente sonido
secuenciado que operará como complemento de la batería para la siguiente
sección, otra fantasía floydiana en la que el ensamble hace un uso
consistente de la contención las cortinas de base. El solo de sintetizador
establece retazos sólidos con una complejidad medida de acuerdo a la
ocasión. La segunda parte resulta, en mi opinión, más cohesiva en su
estructura, y de hecho, se explaya de manera más sólida en la cadencia
cósmica propia de la ideología artística de Pythagoras. La sección inicial
sigue muy de cerca los sonidos del tipo híbrido entre Pink Floyd y Tangerine
Dream, llegando a un falso clímax que se interrumpe para dar paso a un
hermosos solo de violín que se entromete en medio de ruidos de vehículos
pasando por todos lados. Los últimos fraseos del violín introducen la
armonía básica de la siguiente sección, la más bombástica del disco: la
manera tan ágil con que el sintetizador de cuerdas arma el espíritu de esta
sección ayuda a generar un dinamismo especial al asunto. El ornamento
provisto por una secuencia espacial marcada por el diálogo entre los flujos
del mellotron y los vuelos del recuperado violín ofrece una variante
inesperada e interesante para el cierre de este segmento. Como siempre, hay
efectos de sonido que preceden al surgimiento del siguiente motivo musical,
un bonito pasaje que se perpetúa poco después en un solo de flauta. Otro
pasaje lento retoma motivos armónicos de una de las secciones de la primera
parte: los colores flotantes ofrecidos sucesivamente por la guitarra y el
violín descargan las potencialidades melódicas pautadas para dicho pasaje.
“After the Silence”, sin ser espectacular ni ofrecer algo retador en
términos de creatividad vanguardista, resulta un ítem más que interesante
para el ardoroso coleccionista progresivo. Pythagoras es un nombre que
merece ser rescatado del olvido en medio de los mecanismos de difusión del
género en la red.
César Mendoza
(Dedico esta reseña a César Monterroso, agradeciéndole el haberme
introducido en el mundo de Pythagoras)
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