Tema
- The Sentence - De Mortuis Nif Nisi Bonum (Of the dead speak nothing but
good)
Integrantes
- Guy LeBlanc: teclados, flautas dulces
- Mark Spénard: guitarras
- Guy Dagenais: bajos de 5 cuerdas
- Daniel Lacasse: batería
- Tracy Clark: guitarra rítmica
- Natasha LeBlanc: voz
- Kayleigh LeBlanc: voz, tambor
Para cerrar la trilogía herética de Nathan Mahl, Guy LeBlanc decidió crear una
sola pieza de casi 55 minutos de duración. Siguiendo por el sinfonismo ágil y
fastuoso de los dos volúmenes anteriores, queda claro que Nathan Mahl pretende
proseguir un sendero prioritariamente sinfónico en este caso: los elementos de
jazz-rock que habían tenido un lugar importante en los arreglos y vuelos
instrumentales de NM desde su disco debut aparecen aquí de manera muy atenuada
en comparación. La influencia de los coloridos melódicos de herencia yessiana y
la energía elegante de Happy the Man en su faceta más directamente sinfónica
suponen los más notables puntos de referencia para entender la misión que
LeBlanc se propuso para este disco. Siendo así que los guitarreos se lucen
bastante en la mezcla, se nota a leguas que la labor de los teclados (incluso
donde no hay solos ni cortinas pomposas ni nada por el estilo) es el pilar para
el desarrollo performativo de las ideas melódicas de turno: Guy LeBlanc es
desde siempre un admirador de Watkins, Bardens y Jan Hammer, y adicionalmente
ahora, también asume algunas cadencias tipo Wakeman y tipo Jobson dentro de la
inspiración para forjar su propio estilo.
Esta ambiciosa sentencia progresiva comienza con una cálida sección de piano y
voz femenina aumentada por etéreas orquestaciones de sintetizador. Al poco rato
entra el ensamble entero, con una fuerte presencia de las guitarras eléctricas
tanto en los fraseos solistas como en las bases armónicas, estupendamente
sostenidas por la sección rítmica. Las cosas suceden bastante rápido en estos
primeros seis minutos, pues para este momento ya contamos con una sólida
sucesión de solos de guitarra y sintetizador. A partir del séptimo minuto
pasamos a una serie de pasajes donde se baja el tempo pero se conserva la
energía, esta vez de manera más contenida. En el minuto 13 surge un breve pero
cautivante pasaje de inspiración renacentista (que se puede sentir como un
guiño a la escuela de Gentle Giant… con flauta dulce incluida). Y qué decir de
los solos de órgano que emergen poco después - !geniales! A partir del minuto
17 surge una sección especialmente imponente debido a su carácter ceremonioso,
perfectamente ambientado por los arpegios de piano y las sutiles florituras de
sintetizador y órgano que se superponen. La manera casi inadvertida en que este
pasaje da origen a un efluvio sinfónico más explícitamente majestuoso da cuenta
de la refinada musicalidad de LeBlanc y sus compinches. Las cosas empiezan a
adquirir un dinamismo parcialmente inspirado en cadencias de jazz-rock
melódico, aunque manteniendo el foco sinfónico siempre latente. A poco de
pasada la media hora pasamos a una sección lenta donde se retoma el motivo de
apertura brevemente, y poco después encontraremos otra sección lenta con un
desarrollo melódico más típicamente romántico Dentro de la serie de pasaje más
frenéticos, uno es llamativo por la alternancia de ágiles y bien construidos
solos de guitarra y órgano que tiene lugar en él. En el minuto 41 ½ empieza una
sección patentemente rockera con una base barroca en las armonías de teclado
que sostienen el suelo sobre el que se despliegan los torrentes guitarreros de
Mark Spénard y, cómo no, el órgano de Guy LeBlanc. La apoteosis progresiva que
se va desarrollando desemboca en un clímax sostenido de manera oportuna para
que pueda engarzarse fluidamente con la sección lenta que le sigue, un reprise
de un pasaje ceremonioso antes mencionado que ahora alcanza unos picos
climáticos más intensos, sostenidos firmemente. Los últimos 3 ½ minutos están
ocupados por una lánguida letanía en tres cuartos que pueda simbolizar el duelo
de los deudos del hereje recién ejecutado: hay algo mágico en esos acordes que
emulan al armonio, en confluencia con tenues cantos femeninos, emisiones de
flauta dulce y efectos hackettianos de guitarra.
Este disco es un típico ejemplo del tipo de ejercicios ricos en texturas,
ambientes e imaginación melódica que se espera de un trabajo enraizado en la
tradición del rock progresivo. Es posible que la duración de este material como
un continuum no provoque el escucharlo más de una vez en cada ocasión, pero
mientras se disfruta en el momento, no cabe duda de que este “Heretik Volume
III: The Sentence” supone un punto de referencia importantísimo a la hora de
valorar el aporte de Nathan Mahl al género progresivo.
César Mendoza
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