Temas
- All the Fallen People [ Overture ; Madrigal ; Rhapsody ; Fantasy ]
- Sweet Revenge
- Step into Easter
- Intermezzo
- Eternal Jealousy [ Prelude ; Intake ; Stillglow ; Return ]
- Lagrima
- Barren Dream
Mr. Sirius (Kazuhiro Miyatake): flautas, guitarras, teclados, bajo, acordeón
Con – Hiroko Nagai (voz), Chichiro Fujiaka (batería)
Colaboradores – Raven Ohtani (guitarra en 5), Yoshihisa Shimizu (guitarra en
7), Fumiaki Ogawa (piano en 5), Hiroshi Takayama (flauta adicional en 7)
Dentro del revival progresivo japonés que se inició a fines de los 70s y que
se abrió paso como pudo en el mercado discográfico como pudo, hubo espacio
para todo, incluso para el sinfonismo bucólico de marcado acento acústico y
con pinceladas de jazz-rock melódico. Estas pautas sirven para definir la
propuesta progresiva del proyecto liderado por el multiinstrumentista
Kazuhiro Miyatake, cuyo apodo Mr. Sirius quedó como nombre de grupo –
“Barren Dream” es su primer disco. Los instrumentos más recurrentes en la
transmisión y elaboración de las líneas melódicas de los temas son la
guitarra clásica (ejecutada con limpieza y sensibilidad asombrosas) y la
flauta (pastoral y juguetona, también llena de pulcritud admirable, casi
solemne), aunque también son notables las intervenciones de los teclados,
principalmente en orquestaciones polifónicas manejadas sin exageraciones,
durante los pasajes más ostentosos del repertorio de este disco.
El disco comienza con la primera suite, “All the Fallen People”, el cual
determina con bastante fidelidad y claridad la pauta predominante del disco:
un sinfonismo amable pero no por ello exento de carácter, una secuencia bien
construida de motivos melódicos que dejan espacio para la expresión de
virajes sorprendentes, que no abruptos, y una fastuosidad parcialmente
disfrazada de engañosa sencillez. La voz de la mezzosoprano Hiroko Nagai
sirve para realzar ese lado bucólico que Mr. Sirius reviste de un
academicismo evidente, pero que a su vez, no redunda en música anquilosada
ni esquemática. No sé cómo, pero el ensamble (que en realidad es casi todo
Miyatake) se las arregla muy bien para mostrar una muy patente candidez a
través de los extremadamente cuidados y refinados arreglos a los cuales
están sometidas las ideas compositivas. Tras los casi 12 minutos de la suite
de apertura, el breve instrumental ‘Sweet Revenge’ ofrece un apasionado
tapiz musical de corte jazz-rock, lo cual sirve para elevar por un instante
el nivel de exaltación. Las dos siguientes piezas, en cambio, profundizan en
la esfera más íntimamente introspectiva, apostando por la simple elaboración
de belleza cálida por la línea bucólica (‘Step into Easter’) o la académica
de vertiente romántica (‘Intermezzo’). ‘Eternal Jealousy’ nos devuelve a la
fastuosidad multicolor del primer tema, pero esta vez con una gama un poco
más restringida, pues lo jazzero se erige como el ingrediente principal: se
trata, por decirlo en la forma más apropiada que se me ocurre, de una pieza
concebida desde lo sinfónico, pero articulada desde la influencia de
Gilgamesh y los primeros solistas de Bruford. En fin, que sus 8 minutos se
sienten cortos - !un temazo! ‘Lagrima’ suena muy a lo Anthony
Phillips-con-Renaissance. El matrimonio entre la voz de Hiroko y la guitarra
acústica de 12 cuerdas es bendecido ocasionalmente por retazos de flauta y
percusión. La pieza de cierre es la más extensa del disco: dura casi 13 ½
minutos. En esencia, se halla en un cruce entre ‘All the Fallen People’ y
‘Eternal Jealousy’, reiterando el esplendor y solemnidad del primero, y
exhibiendo en parte, el elemento jazzero del segundo en ciertos momentos
clave de peculiar intensidad. Como siempre, Miyatake se las arregla para
mantener las cosas bajo control, no dejando que la extensión de la secuencia
de los diversos motivos se pierda en indefiniciones o excesos de
autoindulgencia: una vez más, tenemos aquí un balance perfecto entre el
cuidado inteligente y el candor emocional.
Para quienes gusten imaginar un sonido que mezcle la herencia del mejor
Renaissance, el Camel de la era 76-77, el Anthony Phillips más juglaresco, y
añadidas sazones del lado más cándido del Canterbury, pues hallarán en este
disco de Mr. Sirius una buena concreción de esta confluencia: “Barren Dream”
es más que un disco, un trabajo de fina alfarería convertida en sonido como
por arte de magia. Ésta es mi primera experiencia con Mr. Sirius, y por lo
grata que me resultó, la recomiendo sin miramientos ni reservas.
César Mendoza
|