Temas
- Roja Ciudad (06:27)
- Sonando (10:12)
- La Realidad (07:24)
- Alegría (07:06)
- María (07:52)
- De Noche (07:45)
Integrantes
- Manuel Lhoman: bajo
- Mauricio Terrón: guitarra
- Adolfo Zaragoza: guitarra, jarana, teclados (6)
- Jorge Alanis: batería
- Hanna Hipakka: violín
Músicos adicionales: Hermman Durán (guitarra sintetizada), Pablo Salas (saxo en
1 y 3), Alfredo Flores (violín en 6), Vicente Sánchez (batería en 6), Fernando
Nava (saxo en 6)
La Pura Realidad es el peculiar nombre de un excelente ensamble mexicano que he
descubierto tarde: su disco debut homónimo es una obra de gran interés
progresivo, debido a su exhibición de variantes bien organizadas en las
composiciones y atmósferas, la confluencia de psicodelia rock, folklore y jazz
fusión, el desarrollo inteligente de los jams y el carácter ambiciosamente
ecléctico que invade la propuesta musical en sí misma.
El disco comienza con ‘Roja Ciudad’, un tema bastante dinámico, organizado bajo
un esquema de jazz-rock funky. Es en ‘Sonando’ donde el ensamble empieza a
mostrar directamente su afán por las sonoridades sofisticadas. Iniciándose con
unas aleatorias atmósferas cósmicas y moderadamente perturbadoras, el encuadre
instrumental termina organizándose en un estupendo jam en tres cuartos, el cual
conforma el cuerpo principal de la pieza: la emergencia de un interludio lento
en clave fusión ayuda a explotar adecuadamente el plan de diversidad programado
para la pieza en cuestión – sin duda, este tema es un cenit del disco. Ahora
que las cosas se han intensificado más, ‘La Realidad’ aprovecha el momentum en
un sólido y cadencioso ejercicio de jazz fusión, con un pasaje de blues
eléctrico incluido a fin de añadir un cierto matiz de aspereza dentro de la
expansión instrumental que tiene lugar. La presencia de la jarana no es muy
secundaria que digamos: los rasgueos de este típico instrumento de cuerda de
folklore mexicano aparecen muchas veces para dar inicio a un motivo o
complementar la labor de la guitarra rítmica. ‘Alegría’ es una pieza
relativamente sencilla, portadora de una calidez llamativa, especialmente
porque los fraseos alternados de violín y guitarra dibujan trazos melódicos
bien definidos. En sí, el tema tiene más de jazz-pop que de jazz-fusión o
art-rock propiamente dicho; lo más sofisticado llega de la mano del baterista,
quien ejecuta un exquisito solo antes de la coda. Con ‘María’ volvemos a las
dosis de expresividad que habían llenado los momentos más pletóricos del tema
2, instaurándose así como otro pico del disco. El esquema general del tema es
de jazz fusión en tres cuartos, algo muy acomodaticio para los aires
folklóricos que tienen lugar: las variaciones de ambiente y la introducción de
algunos cruciales momentos de grisácea psicodelia (con solos de guitarra que
portan un inconfundible tufo crimsoniano, valgan verdades) añaden una
contundente robustez sonora al asunto.
El tema con el cual concluye el disco es el bolero-jazz ‘De Noche’, grabado por
una formación 50 % diferente a la que grabó el resto del material. Se trata de
una pieza muy bella y bien armada en su clima ensoñador general, aunque
personalmente yo hubiera preferido que ‘María’ hubiese ocupado su lugar. En
fin, La Pura Realidad surge como un importante punto de referencia para el
presente de la vanguardia rockera mexicana: este disco debut está muy bien, y
aunque no me impresiona como lo hicieron en su momento los discos debut de un
Mar de Robles, un Cabezas de Cera o un, de todas maneras se nota aquí la
presencia de una grandiosidad artística dispuesta a dejarse madurar en futuras
obras.
César Mendoza
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