Temas
- 1st Movement
- 2nd Movement
- Cyril Verdeaux: teclados, sintetizador bajo, mellotron, gong
Colaboradores – Gilbert Artman (batería, vibráfono, percusión), Tim Blake
(sintetizador, trompeta, percusión en 1), Christian Boulé (guitarra en 2),
Steve Hillage (guitarra en 1), Martin Isaacs (bajo en 2), Didier Malherbe
(saxo tenor en 1)
Clearlight (más que un grupo, un proyecto colectivo liderado por la visión
del teclista francés Cyril Verdeaux) es uno de los nombres clave dentro de
la tradición añeja del progresivo de tendencia cósmica – “Clearlight
Symphony” es precisamente el disco con el que todo comenzó. Como se puede
ver en los créditos, una parte importante del personal de Gong está presente
dentro de este proyecto, y ciertamente eso debe indicar la intención precisa
y dedicación de Verdeaux por darle una dimensión patentemente espacial y
arrebatadoramente hipnótica a sus ideas musicales. Verdeaux exhibe una
excelsa pulcritud en sus ejecuciones (principalmente en el piano de cola y
el mellotron), lo cual revela una familiaridad cercana con la estilización
propia de la música académica: pero Verdeaux utiliza este recuro técnico
como pista de despegue desde el cual se eleva hacia latitudes espirituales
más cercanas a la experimentación vanguardista con base de jazz fusión que
al sinfonismo estandarizado.
Lo dos movimientos que conforman el repertorio duran casi 20 ¾ minutos. El
primero de éstos comienza con convincentes acordes de piano, los cuales no
demoran mucho en articularse en un motivo básico para las expansiones de dos
jams sucesivos a través de los primeros 5 minuto y medio. La guitarra y el
saxo aparecen para ornamentar de colores aleatorios el sonido del ensamble,
el cual halla un referente más permanente en el sintetizador. El piano y el
órgano se reparten los solos. A partir del sexto minuto el asunto pasa a una
sección más plenamente jazzera, afín al sonido Cantebury en varios aspectos,
antes de volver a un nuevo motivo de piano. Es justo en esta instancia que
la guitarra de Hillage empieza a asumir un protagonismo esencial, aunque
Hillage no se desborda en sus fraseos, los mantiene ligados a las
pulsaciones sólidas de la sección rítmica y las capas de mellotron y
sintetizador. En el minuto 12 emerge un caos alucinado, resuelto por el
piano, desdoblado en dislocados arpegios y la retoma del motivo inicial. Más
adelante tenemos un estupendo solo de saxo. Los últimos minutos están
ocupados por una sección majestuosa en la que el mellotron coral asume un
rol casi épico: el sonido paulatinamente atenuado de los arpegios de órgano
se hacen sentir como una llama que se va apagando inexorablemente. El
segundo Movimiento comienza con una evocativa melodía elaborada sobriamente
por la dupla de piano y mellotron. La aparición sucesiva de armonías de
sintetizador y trompeta, ornamentos espaciales de sintetizador y sutiles
escalas de guitarra elaboran una delicada arquitectura orquestal que va
desde una candidez sinfónica introspectiva hasta una ambientación más
intensa que nos recuerda extrañamente a un versión más etérea de Magma, para
llegar a un caos inquietante y moderadamente chillón poco antes de llegar al
quinto minuto, algo así como un batallón de fuerzas espirituales que busca
retar a la menta a despertar a una dimensión diferente. El factor de una
prácticamente inexistente sección rítmica permite que los trasfondos de
teclado y las bases del persistente piano gocen de una mayor libertad en
cuanto al timbre. Este segundo movimiento porta una aureola más patentemente
mística que la precedente, pero no nos engañemos, no se trata de un anticipo
de lo que luego habrá de llamarse “new age”. Elementos tales como el
vilmente alucinado solo de guitarra del minuto 8 y la misteriosa sección
étnica que emerge entre los 15’30” y 16’30” crean una efectiva tensión de
contrastes frente a otros pasajes rebosantes de conmovedora belleza
(mayormente dominados por el piano). Los últimos dos minutos llevan a un
clímax onírico de alto vuelo, oportunamente sellado por un cierre cósmico.
“Clearlight Symphony” es un discazo, una obra maestra. En muchos aspectos,
se puede afirmar que Verdeaux se puso un listón insuperable con este disco
debut, pero a fin de cuentas, esta gema no es sino la primera de muchas que
Clearlight habrá de aportar en el transcurso de los siguientes años para el
forjamiento de la vertiente más abiertamente vanguardista de la
experimentación progresiva francesa.
César Mendoza
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