Temas
- Le Photographe Exorciste
- Gazotte No.1
- Le Voleur d'Extase
- L-Araignée-Mal [a) Imaginez le Temps ; b) L’Araignée-Mal ; c) les Robots
Débiles ; d) la Cimitière de Plastique]
Integrantes
- Richard Aubert: violín
- Andre Balzer: voz, percusión
- Christian Beya: guitarras
- Alain Gozzo: batería, percusión
- Michel Taillet: teclados
- Jean Luc Thillot: bajo
“L’Araignée-Mal” es una de las obras cumbre dentro de la tradición del
progresivo francés, comencemos por ahí. El grupo Atoll, que ahora pasó de
quinteto a sexteto tras el ingreso del violinista Richard Aubert, gestó en
su segundo disco un trabajo pletórico de intensidad ígnea y dinamismo
apabullante, un disco en el cual la potencia de la sección rítmica adquiere
un nivel de eminencia, los solos de guitarra y violín fluyen como torrentes
de magma y los teclados llenan constantemente los espacios con inigualable
frenesí. Atoll grabó un primer disco parcialmente influido por Ange en su
vertiente más campechana (a diferencia de Mona Lisa, que dio prioridad a la
herencia propiamente sinfónica de la misma banda seminal), y ahora dio un
paso más allá: reforzó la energía propia de su faceta rockera y, sobre todo,
añadió incontables colores y cadencias del jazz-rock de vanguardia, al
estilo de Mahavishnu Orchestra con sazones de Return to Forever. Para este
disco, Atoll usó lo rockero para crear densidad y lo jazzero para crear
intensidad. Siendo Andre Blazer un vocalista carismático y afanoso, es
curioso que este disco dé tanta cabida a lo instrumental, con tantos jams de
lujo: Blazer, a fin de no desaparecer en medio de este torrente sonoro,
presta ayuda como percusionista adicional en los diversos momentos en los
que no canta.
El soliloquio ceremonioso y siniestro con que empieza ‘Le Photographe
Exorciste’, el tema de apertura, se instala sobre una persistente y sólida
ambientación cósmica, donde confluyen las influencias de la psicodelia
floydiana y los ambientes mágicamente perturbadores del “Larks’ Tongues in
Aspic” de KC. Esta pieza señala una afinidad muy especial con lo que por
aquel entonces venían haciendo los noveles Pulsar. Luego viene un
instrumental de corte netamente fusión, basado en dos jams sucesivos que se
sienten tremendamente explosivos: el violín y el sintetizador arden
literalmente en llamas, de tal manera que Beya debe esforzarse el doble para
permitir que sus fraseos de guitarra se hagan notar en medio del incendio
musical. ‘’ de Mahavishnu con ‘Sound Chaser’ de Yes: estas coordenadas
servirán para ubicar teóricamente el sentimiento de esta pieza. ‘Le Voleur
d'Extase’ comienza como una semi-balada de corte bucólico y sereno, sin caer
nunca en la languidez, en cierto modo siguiendo el parámetro de la faceta
más sutil de Yes y Genesis, pero bien pronto encontramos a la banda
explorando nuevamente el jazz-rock trepidante. La segunda mitad del disco
está ocupada por la suite que lleva el mismo título del disco. El flujo que
atraviesa los senderos de las cuatro partes de la suite se muestra bastante
consistente. La primera parte comienza con juegos percusivos y retazos de
violín que poco a poco van elaborando una base para la entrada del piano
eléctrico, primero, y el ensamble entero, después. El motivo central resulta
ser bastante etéreo, más tirado hacia una mezcla de Pink Floyd y Camel, un
poco de rock sereno para variar. La segunda parte lleva el mismo título que
la suite y el álbum. El motivo de 7/8 llevado sobre los hombros del piano
eléctrico mantiene inicialmente la serenidad lírica de la sección
precedente, para ir gradualmente subiendo de intensidad. Todo va elevando su
volumen – los ornamentos de sintetizador y guitarra, la batería, el canto.
Mientras se van desvaneciendo los arpegios de sintetizador, emerge una base
de clavinet para dar inicio a la tercera sección, la cual está más definida
hacia una combinación de ambientes espaciales y fusionescas: muy afín a
Carpe Diem. La última sección, dado que es la encargada de aportar el clímax
a la suite, naturalmente está ambientada con una aureola fastuosa, casi
dramática. A pesar de su escasa letra, logra transmitir una inquietud
impetuosa de manera contundente. Después de elaborar un paisaje sinfónico
por más de 4 minutos, el motivo final encuentra a la banda, una vez más,
explorando sus iniciativas fusionescas hasta llegar al final definitivo.
En fin, solo puedo deshacerme en elogios para con este disco,
“L’Araignée-Mal”, una labor que sitúa a Atoll en un sitial importante dentro
de la tradición progresiva europea. Tal como dije al inicio de esta reseña,
se trata de una obra definitiva del progresivo francés setentero, un
catálogo de ideas musicales macizas y bien maduradas, una pieza de colección
única para conocedores sibaritas del género progresivo.
César Mendoza
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