Temas
- Cocoon (8:45)
- The Black Chord (14:59)
- Quake Meat (6:41)
- Drift (4:39)
- Bull Torpis (2:56)
- Barefoot In The Head (9:13)
Integrantes
- Richard Vaughan: guitarra eléctrica, mellotron, Moog, voz
- Conor Riley: mellotron, Moog, órgano, piano, voz
- Brian Ellis: guitarras acústica y eléctrica
- David Hurley: batería, percusión, flauta
- Stuart Sclater: bajo
Formado a mediados del primer decenio del milenio en la localidad californiana
de San Diego, Astra es un grupo de rock progresivo psicodélico que en el
transcurso de pocos años ha logrado llamar la atención de un buen contingente
de amantes y nostálgicos del género progresivo. El grupo surgió de las cenizas
de Silver Sunshine y se convirtió en Astra después de algunas modificaciones en
la alineación original de este ensamble. En 2009, Astra editó su primer disco
"The Weirding", el cual recibió diversos elogios en fuentes internautas merced
al dinamismo tan fresco que el grupo le daba a los esquemas progresivos y
psicodélicos de vieja escuela; ahora, con su nuevo disco "The Black Chord", los
elogios vuelven a repetirse y por nuestra parte, nos haremos eco de este tipo
de entusiasmo en cuanto nos pongamos a reseñar este disco en cuestión con el
detalle debido. Para empezar, diremos que Astra se alinea en la misma
orientación estilística retro-prog-psicodélica de Phi, Diagonal, Hypnos 69, y
hasta cierto punto, Earthling Society y Labirinto Di Specchi: principalmente,
cabe señalar que Astra exhibe una actitud refinada y estilizada en su forma de
arreglar las composiciones de turno de una forma muy semejante a las de los dos
primeros grupos mencionados en la lista anterior. En fin, concentrémonos en el
repertorio de "The Black Chord" de una buena vez.
"Cocoon" abre el álbum ocupando un espacio de 8 minutos y pico. La pieza
empieza con un grisáceo tenor parsimonioso dominado por la guitarra y
ornamentado por los teclados (especialmente, el mellotron y el sintetizador). A
poco de pasada la barrera del tercer minuto, la vibración general se va
tornando más intensa hasta aterrizar en un frenesí ardiente que el grupo
convierte en paisaje para explayar eficazmente su colorido instrumental=85 como
si estuviera celebrando la salida del Dios Sol. Luego sigue el tema homónimo,
que con sus casi 15 minutos de duración se erige en el ítem más largo del
repertorio. La base musical de la composición en curso nos muestra el lado
lírico de la banda, manejado con ingenio y confianza, ahondando seria y
consistentemente en estándares sinfónicos de vieja escuela desde su núcleo
central psicodélico. Las ilaciones entre motivos están armadas con excelsa
pulcritud, y por lo general, el aura retro-progresiva que asume el bien
afiatado ensamble está amalgamada a la perfección. Hay un jam arábigo cerca del
final que merece una mención especial por su efectivo gancho (al modo de un
extraño híbrido entre Khan y My Brother The Wind). "Quake Meat" sucede a la
excursión anterior con una vitalista expresión de extroversión, y de paso,
sacando provecho a la capitalización de la aureola sofisticada desarrollada en
la pieza anterior, especialmente en lo referente al uso de recursos arábigos en
los fraseos de guitarra y la soltura en el empleo de pautas rítmicas inusuales.
"Drift" nos ofrece un registro muy distinto, etéreo y sereno, sin dejar de
sentirse muy terrenal en cuanto a fuerza expresiva: al comienzo la guitarra
acústica es protagonista, pero las capas de mellotron y las sobrias florituras
del piano se ponen a liderar la elaboración de la magia inherente al núcleo
compositivo, dejando finalmente las instancias últimas de lucimiento a la
guitarra y al sintetizador. "Bull Torpis" es un excitante instrumental que nos
devuelve al colorido estilizadamente explosivo de "Quake Meat", y de paso, nos
regala el mejor solo de guitarra del disco. No puede haber mejor preámbulo para
"Barefoot In The Head", la canción que ocupa los últimos 9 minutos y pico del
disco. La estructura recurrente de esta canción se vincula con la de la pieza
de entrada "Cocoon", pero enriquecida con los juegos de retazos y pomposidades
típicamente progresivos que ya habían formado parte de la paleta sonora del
repertorio precedente. Afinidades con el Pink Floyd 71-73, el Eloy 73-76 y el
Amon Duul II de "Wolf City" son fáciles de advertir. Poco antes de la barrera
del sexto minuto y medio, el grupo elabora una coda alimentada por controladas
atmósferas siniestras, creando así un clímax Crimsoniano relativamente
domesticado (al estilo del revival escandinavo), llevando finalmente a un corte
abrupto que corona adecuadamente la creciente intensidad oscurantista.
Es un placer notar que la vertiente psicodélica del progresivo contemporáneo
puede acceder a recursos de riqueza melódica y punche sofisticado como sucede
en el ideario sónico de Astra. "The Black Chord" es una buena oportunidad para
descubrir a la banda de parte de quienes aún no lo han hecho y una confirmación
de los buenos augurios que sintieron quienes la conocían desde su anterior
trabajo "The Weirding". La estrategia de usar esquemas más focalizados para
este nuevo disco ha funcionado a las mil maravillas para Astra, grupo que
confirma la validez de nuestras expectativas por próximos discos en el futuro
cercano.
César Mendoza
|