Temas
- Dedicated to us, but we weren't listening (3:50)
- Perfumed garden (9:43)
- Turbulent matrix (10:47)
- Blessed water (12:26)
- Qwerty (0:49)
- Flight to nowhere [I. Endless magic spell I. A bleeding mind III. A walk
along the tightrope IV. Bubbles of dellirium] (23:39)
Integrantes
- Ricardo Castro Varela: órgano Hammond, piano, mellotrón, Mini-Moog
- Alberto Villarroya López: bajo, guitarras
- Fernando Lamas: batería
- María Toro: voz, flauta
- Pablo Añón: saxos soprano, alto y tenor
Colaborador - Gastón Rodríguez (guitarra en 3)
Amoeba Split es una banda española que lleva varios años pugnando por hacer
llegar sus intereses musicales progresivos desde la vanguardia de su natal A
Coruña. Hasta ahora solo tenía un demo homónimo en su haber, pero en esta
segunda mitad del año 2010 nos ha sorprendido con la definitiva edición de su
disco debut "Dance Of The Goodbyes", un catálogo de exploraciones Canterbury
retro que testimonia debidamente los solventes niveles de energía y entusiasmo
creativo que la banda ha sido capaz de desarrollar por tantos años. El
repertorio de este disco incluye los tres temas del demo antes mencionado, con
la notable salvedad de que ahora en este disco duran más y cuentan con una
amalgama instrumental más consistente. No es mi intención, ojo, tumbarme el
demo para nada, pues desde allí se podía apreciar la calidad artística y la
osadía estética que hacían de Amoeba Split una robusta promesa de la vanguardia
progresiva del Norte Español=85 !promesa cumplida en su primera fase! Como
detalle a tener en cuenta, el grupo opta por plantear letras en idioma inglés
para los temas cantados.
'Dedicated to us, but we weren't listening' abre el disco con una entusiasta
dosis de vigor jazz-progresivo no exento de finos toques psicodélicos
(principalmente en la cadencia cósmica proporcionada por el sintetizador): a
pesar de que el título de por sí designa una tendencia frontal hacia el mundo
sónico de Soft Machine, el hecho es que esta pieza me suena más cercana a la
densidad ágil de unos Matching Mole. El siguiente tema, 'Perfumed garden',
desde el punto de arranque nos brinda algo diferente, más calmado y ensoñador,
con la presencia destacada del canto de María Toro, pero las cosas no tardan en
ponerse más intensas, pasando por un swing llamativo hasta un breve pasaje
cósmico acompañado de una narración solemne. Poco antes de llegar al quinto
minuto, una dupla de piano y mellotrón de flauta marca el regreso de la última
sección lánguida cantada, la cual también incluye un hermoso solo de flauta
contrapunteado por un sonido de cello (un mellotrón, sin duda). Con una
duración de 10 3/4 minutos, 'Turbulent Matrix' se explaya en cadencias jazzeras
más profundamente que en los dos temas precedentes: se notan aires a lo Weather
Report en muchas de las intervenciones del piano y el saxo en el extenso
interludio que tiene lugar. Más bien, en algún momento la pieza vira hacia una
especie de homenaje al Soft Machine del "Vol. 2" por un rato, antes de retomar
el motivo central para el cierre. 'Blessed Water' comienza con una calidez
romántica y envolvente, y mientras va evolucionando su desarrollo melódico y
secuencias de solos de guitarra y vientos, lo romántico va reforzándose por
niveles más intensos y coloridos. Suena casi como una balada de Robert Wyatt
reciclada por un conglomerado de músicos de Caravan y Catapilla; el breve
interludio blues-rockero a lo Traffic que tiene lugar antes del último
estribillo aporta un conveniente momento de extroversión al asunto. El canto de
la Srta. Toro es sumamente gravitante a la hora de completar la intencionalidad
majestuosa del tema: su registro me suena a un punto intermedio entre Anna Meek
(Catapilla) yBarbara Gaskin (leyenda del canto en la escena Canterbury).
'Blessed water' es, para decirlo con palabras simples, una pieza
particularmente brillante.
'Qwerty', con un título que homenajea a las viejas máquinas de escribir, es un
breve instrumental juguetón, casi caótico en algunos instantes, que no llega ni
al minuto de duración y que bien podría haber sido una pieza clandestina del
primer álbum de Hatfield. De todas maneras, su exquisita factura funciona más
bien como un preámbulo para el monumento final del disco, 'Flight to nowhere',
que dura más de 23 minutos y contiene cuatro secciones en su estructura
interna. Tras una breve introducción densamente psicodélica, se nos viene una
primera sección cantada elaborada a través de un esquema melódico reflexivo y
sencillo, seguido por un jam muy a lo Caravan temprano donde la flauta de la
Srta. Toro se luce como quiere. Con el siguiente jam, más tirado hacia la onda
de Hatfield, las cosas empiezan a adquirir un colorido más vivaz: esta vez hay
solos alternados de guitarra y saxo, además de la consolidación de la amalgama
instrumental. Una nueva sección calma ofrece nuevos climas envolventes que
sirven de cobijo para otro solo de flauta, esta vez portador de una serena
belleza pastoral que nos puede remitir más al prog italiano tipo PFM que a otra
cosa. Tras un tiempo pertinente de desarrollo para esta sección sinfónica, el
grupo vira de nuevo hacia el jazz-prog elaborando una suerte de clímax parcial
antes de asentar la nueva porción cantada. La atmósfera está armada para
generar una sonoridad gradualmente fastuosa, ahora que el tema se va acercando
a su final: el rol del órgano es vital para que el esquema instrumental opere
hacia esta dirección. En el vigésimo primer minuto y medio, la música se
detiene dramáticamente para dar paso a los últimos latidos de un corazón=85 y
tras algunos silencios de silencio, una secuencia de piano se solaza en
impetuosos y disonantes acordes en una coda inquieta. De este modo termina un
disco que era una deuda pendiente de parte de Amoeba Split: deuda saldada de
manera solvente, a mi parecer.
César Mendoza
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